Durante los últimos años Colombia ha tenido una importante caída en los niveles de desnutrición de la población en general, en 20 años se redujo en casi la mitad la prevalencia de desnutrición (Figura 1). Sin embargo, este logro se ha puesto en riesgo con la crisis económica que ha traído consigo la lucha contra el covid-19.
Entidades internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) han llamado la atención por el riesgo que implican las medidas tomadas de confinamiento sobre el crecimiento del hambre en el mundo. El riesgo es aún mayor en la población infantil, para Unicef 6,7 millones de niños en Colombia, están en peligro de desnutrición.
Como suele suceder, la situación ha provocado mayores dificultades en las poblaciones más vulnerables quienes tienen trabajos informales y dependen netamente del “día a día”. Además, en este caso particular, la crisis también ha afectado sectores formales quienes han tenido que despedir sus empleados ya sea por el cierre de sus negocios o por reducción de costos. Sin ingresos o con ingresos mínimos los hogares se quedaron sin una forma de abastecerse de alimentos y dependen en gran medida de apoyos gubernamentales y no gubernamentales.
El gobierno colombiano ha empleado diferentes mecanismos para mitigar la vulnerabilidad y la agudización de la pobreza en el país durante la crisis económica, ingreso solidario es uno de estos mecanismos, y consiste en transferir $480.000 colombianos (diferidos en tres pagos de $160.000) a familias en condición de pobreza y vulnerabilidad que no hacen parte de otros programas como Colombia Mayor, Familias en Acción y Jóvenes en Acción.
A la fecha, han sido beneficiados 2.616.744 colombianos, quedando un tercer giro por $160.000 pendiente a realizarse en las próximas semanas.
Teniendo en cuenta lo anterior y la complejidad de la problemática, vale la pena cuestionarse si las transferencias en efectivo pueden ser un mecanismo para mitigar los choques del covid-19 en la nutrición de la población vulnerable del país. Estudios realizados por Econometría Consultores del impacto de programas nacionales y de otros países de Centroamérica y Europa, han reflejado que las transferencias en efectivo son una herramienta útil para mejorar los índices de nutrición en contextos de familias vulnerables, y se han convertido en la principal herramienta para canalizar recursos hacia los hogares más pobres.
Lo anterior, gracias a que los hogares gastan el ingreso recibido en la compra de alimentos, que incluso suelen ser de mejor calidad.
Además de los beneficios que trae sobre la nutrición de los hogares más pobres, las transferencias de efectivo contribuyen a que las familias vulnerables accedan a bienes y servicios que no podían acceder antes, y en el caso de una crisis económica como la desatada por el covid-19, pueden movilizar recursos a las economías locales, quienes se han visto afectadas por la caída en sus ventas. Por ejemplo, tiendas de barrio y supermercados.
Así mismo, se ha encontrado que intervenciones de este tipo podría traer consigo resultados positivos sobre el acceso a la educación, aumento en el tiempo de calidad con los hijos y hábitos más saludables en los niños. En algunos casos en los cuales se ha condicionado el uso del dinero para la compra de alimentos, no se ha percibido que se tenga impactos positivos en un mayor gasto en comida o una mejor dieta, pero sí mayores costos administrativos.
Estos resultados, generan una base para que el gobierno colombiano continúe fortaleciendo mecanismos de transferencias no condicionadas como ingreso solidario, incluso podría pensarse en extender su aplicación. Lo anterior, teniendo en cuenta que se prevé que la economía colombiana se contraiga entre 5,5% y 7,9% en 2020, y según la Ocde el desempleo cerraría 2020 con 21,1%. Las perspectivas de recuperación para 2021, son aún modestas, de manera que el próximo año la economía podría crecer 3,6% según Banco Mundial, una magnitud que no lograría recuperar a la situación pre-covid 19.
Las estadísticas anteriores, llevarían a pensar que la generación de ingresos en los hogares colombianos seguirá estando limitada, con un riesgo importante en el crecimiento de la desnutrición incluso en los niños. Esta problemática trae consecuencias en el mediano y largo plazo en el desarrollo de capital humano, tanto en niños como en adultos.
En el caso de los menores de 5 años, malos niveles de nutrición se ven reflejados en un bajo desarrollo cognitivo y un limitante para sus posibilidades de aprendizaje. Adicionalmente, tener malos niveles de nutrición tiene un efecto negativo sobre el sistema inmunológico de los niños y adultos, lo que aumenta la vulnerabilidad de sufrir de enfermedades como el mismo covid-19.