Analistas 02/09/2017

Difícil pero no imposible

Edgar Papamija
Analista

Lo verdaderamente milagroso, si es que los milagros existen, es que el país resista el embate brutal de los corruptos frente al cual, el embate de la subversión es desestimable. Difícil encontrar un caso similar al nuestro. Tres expresidentes de la Corte Suprema de Justicia, José Leonidas Bustos, Francisco Ricaurte y Camilo Tarquino encabezan la no muy selecta lista de funcionarios de la Rama Judicial y de la Fiscalía que son investigados por su presunta participación en delitos de corrupción, y que pasan del centenar entre magistrados, jueces y fiscales.

Ha logrado este maloliente cartel, la impúdica hazaña de superar, en indignidad y en cantidad, al no menos famoso cartel de políticos y contratistas, asociados al mayor descalabro moral del que se tenga noticia. Lo triste y lo grave es que, en ambos casos, solo se conoce la punta del iceberg pues todo indica que, en el caso de la justicia, apenas comienza la sórdida trama a mostrar los inculpados; y en el otro, nadie cree ni puede aceptar, que la corrupción esté asentada solamente en Bogotá, Córdoba, y en algunos otros departamentos, pues todo el mundo sabe que es una pandemia nacional.

En este incierto panorama es imposible pedirle a la economía un mejor comportamiento. La ralentización se mantiene y el crecimiento de 1,2% del PIB, en el primer semestre, podría indicar que tocamos fondo, pero el Banco de la República no lo garantiza y sigue dividida su Junta, pues algunos piensan que hay que seguir bajando las tasas de referencia por debajo de 5,25% para estimular la demanda y mover la aguja del consumidor que sigue en terreno negativo.

Entre tanto, los políticos y las dos docenas de candidatos huyen de los partidos para aparentar incontaminación, pero siguen aferrados al sistema perverso de elección negociada, ignorando que la opinión clama a gritos un viraje de 180 grados que corte cabezas y ponga al país en la ruta que la sensatez señala. Nadie quiere poner el dedo en la llaga y se generaliza la apreciación, equivocada, en concepto de la Cepal, de querer bajar impuestos a sectores que se quejan de la alta tributación, que no llega a 16% del PIB, cuando en América Latina es de 23% y en Europa de 46%, en un país que pasó del puesto 11 al puesto octavo, en desigualdad, en el mundo; 95 en el escalafón del índice de desarrollo humano que maneja la ONU; y donde, según Piketty, 1% de su población acapara un poco más de 20% de los ingresos.

Contrariamente, especialistas como el premio Nobel Stiglitz, recomiendan impuestos a la riqueza, apostándole al crecimiento en desarrollo y productividad, para derrotar el fantasma del populismo y el cáncer de la desigualdad.

Afortunadamente pareciera claro que el proceso de paz avanza por buen camino, pese a los agoreros del desastre que juegan su última carta: atemorizar con el caos de Venezuela y la imagen de Maduro que supera a los partidos, a las Farc y al Gobierno, en desprestigio, según la última encuesta Gallup; medición que confirma el pesimismo de la opinión frente a la actual coyuntura, pero que muestra un aumento de la imagen positiva del negociador de paz, Humberto de la Calle, candidato que podría avanzar, siempre y cuando logre marcar distancias y diferencias con el partido Liberal y sus “dueños” que hace rato renunciaron a su doctrina.

La opinión confundida busca una respuesta, difícil pero no imposible, ajena a la política actual, ajena a la corrupción y sideralmente distante de la “inmadurez” democrática venezolana.

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