Analistas 26/11/2022

El Mundial de las reformas

Edgar Papamija
Analista

Definitivamente somos demasiado previsibles en nuestros comportamientos sociales. Hoy el fútbol, pasó casi todas nuestras preocupaciones a un segundo plano. Si no fuera por el inusual invierno y nuestra habitual violencia, toda la atención estaría en el ignoto Qatar con sus particularidades y paradojas. El mundo “civilizado” se asoma a sus estadios con ley seca, vedados para la mujer y manejados por los discípulos de Mahoma que no han podido justificar, ante el orbe, el oscuro proceso Fifa que les permitió, sin ningún mérito deportivo, ser los anfitriones del famoso mundial.

Hay una alta dosis de hipocresía en muchas manifestaciones de las sociedades y la nuestra no escapa a escapa a ese perverso comportamiento. Las referencias globales son forzosas para entender la conexión histórica y espacial de nuestros fenómenos.

Este Gobierno tiene su génesis en las incongruencias de una sociedad proclive a generar barreras de discriminación. Casi todos, por no decir absolutamente todos, los vericuetos de nuestro Estado merecen una revisión porque no han cumplido, o lo han hecho muy parcialmente, su cometido de garantizar inclusión y equidad. El mundial de reformas, al que asistimos, no es un capricho, es la consecuencia lógica de su incapacidad y negligencia. Comenzamos con la reforma tributaria, pero siguen temas de crucial importancia como son los de salud y pensiones.

Una primera aproximación podría dar la razón a quienes creen que nada sirve y que se impone el borrón y cuenta nueva. La deformación mercantilista en estos temas, de profundas connotaciones humanas, los convirtió en cotos de caza de negociantes y políticos, ávidos de obtener ganancias indebidas a costa del bienestar de los colombianos más desfavorecidos.

La salud es un pingüe negocio para algunos dueños de EPSs, intermediarias costosas sin control, y para traficantes de la tercerización de servicios de salud. Sin demolición total de lo existente, habrá soluciones que garanticen la cobertura universal y eliminen la inocultable corrupción alrededor de una inversión que supera los $50 billones.

En pensiones, 74% de los subsidios del presupuesto nacional benefician a 20% más rico, mientras 0,5% beneficia al 20% más pobre de los pensionados. Una pensión de 1 salario mínimo recibe un subsidio anual de $6,6 millones, mientras un pensionado de 10 salarios mínimos recibe un subsidio anual de $58,6 millones. Habida cuenta que 55% de los pensionados reciben un salario mínimo, es inaceptable que el argumento de los derechos adquiridos se utilice para perpetuar una injusticia que privará a millones de colombianos de tener una vejez digna.

Los tres pilares de Petro son, sin lugar a dudas, la base de una construcción estructural, en esta materia, pero no queda claro cómo se va a llenar el bache presupuestal que generará la justa solidaridad propuesta, con tres millones de adultos mayores, ni el manejo de su incidencia en las finanzas del país.

Gobierno y Congreso tienen un reto de mayúsculas proporciones. Ojalá prime la sensatez esquiva a algunos funcionarios que no convencen o generan dudas por su propensión al activismo. La mayoría de los colombianos votaron por el cambio y esperan que el Presidente meta en cintura a sus colaboradores, para que haya menos fintas y más goles en este ambiente mundialista.

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