Diversificación productiva, la salida
La Escuela de Gobierno de Harvard ha definido como objetivo fundamental para el desarrollo económico de un país, la diversificación de la economía. Ya no recomiendan la especialización porque se descuidan sectores que pueden servir de base para el futuro desarrollo.
Antes, se creía que los gobiernos debían limitar los espacios de diversificación, teoría que está revisada y corregida. Las economías más desarrolladas son aquellas que, a pesar de los normales fracasos y frustraciones, han tenido varios frentes de actividad.
El papel fundamental del gobierno es escuchar e impulsar varios sectores para que tengan sus planes estratégicos, esto es posible al dialogar con cada uno para aumentar su productividad y superar obstáculos. Hay que promover la política de diversificación productiva.
México, por ejemplo, es una potencia aeroespacial, para ello, tuvo que preparar más de 4.000 ingenieros aeronáuticos y técnicos especializados en un proyecto de educación superior que solo podía promover el gobierno.
También es imprescindible que los gobiernos regionales asuman la competencia de promover el desarrollo económico de varios sectores al inyectarles recursos públicos.
La visión regional de desarrollo tiene que ser construida entre varios departamentos, ya que si bien no pueden ir cada uno por su lado, tampoco pueden limitarse para escoger los sectores que impulsarán simultáneamente.
Chile imita a Australia como gran economía minera. Sin embargo, Chile tiene un ingreso per cápita de US$6.000 y Australia de US$60.000. Quiere decir que Australia no se limitó a la minería, basó su desarrollo en varias actividades.
La meta no debe ser crecer para aumentar la concentración de la riqueza. Hay que buscar un desarrollo económico equitativo y equilibrado con mayor diversidad y bienestar de todo el tejido social. El Estado no debe tratar de resolver la inequidad social, únicamente, a través de subsidios porque finalmente creará para sí, comunidades débiles y dependientes mental y económicamente.
Si el Estado quiere aumentar sus ingresos tiene todo el derecho a buscar más recursos para más educación, salud, infraestructura, seguridad, pero no es aumentando los tributos a los escasos contribuyentes actuales que esto se consigue, hay que incrementar la torta de la economía para que al Estado le corresponda más.
Los motores del crecimiento deben ser sectores de la economía que, en su cadena productiva, permitan una mayor participación de mano de obra y valor agregado local. Que no sea simplemente una economía extractiva y exportadora de materia prima.
El Estado tiene cada vez más una mayor participación en el direccionamiento de la economía a través de la determinación del gasto público en servir a la gente para que los ciudadanos puedan acceder a las oportunidades de un mundo moderno, cambiante y con un comercio cada vez más fuerte. Sin la solidez del Estado, para los empresarios pequeños y medianos, será difícil competir con éxito.
Muchas veces las economías crecen porque hay una etapa de precios favorables de sus productos en el mercado mundial. Entonces hay beneficios para ese sector y se favorecen muy pocos ciudadanos. Ese crecimiento no debe ser nuestro único proyecto de país a largo plazo.
El crecimiento que queremos debe ser más diverso, sostenido en el tiempo y con un impacto social positivo que aproveche las ventajas competitivas con mayor inclusión social y mayor sostenimiento ambiental. Debe haber planes, proyectos y programas que permitan que el desarrollo sea equitativo para el mayor número de ciudadanos y cerrar las brechas.
El Estado tiene que cuidar de su gente, educarla, curarla e impartir justicia. No es solo crecimiento, es el desarrollo equitativo y armónico de toda la sociedad.