El buen gobierno es la aspiración del ciudadano y es la alternativa que siempre pide la ciudadanía a las autoridades en el territorio de una nación. La democracia constitucional y el Estado Constitucional de Derecho son el terreno en que puede brotar y mantenerse el buen gobierno. El buen gobierno no brota silvestre en la naturaleza humana.
El buen gobierno solo es posible en la medida en que, la democracia y el Estado constitucional de Derecho, establezcan las instituciones políticas y jurídicas que lo haga posible.
En la naturaleza humana está el desgobierno y un estado permanente de inseguridad. El hombre en su estado natural y disfrutando la libertad plena y absoluta vive en permanente zozobra y ante el peligro de la guerra. Incluso, el más poderoso no tiene a su alcance la seguridad de su vida y de sus derechos en un estado de naturaleza.
El hombre cuando vive bajo el amparo del Estado y de la ley, es cuando puede tener la seguridad en sus derechos. Lo enseña Thomas Hobbes en su gran obra, Leviatán.
El hombre en consecuencia, para vivir seguro que sus derechos y libertades estén garantizados, necesita del Estado y de la ley. Por fuera de eso no existe más que el peligro de la guerra. Son por estas razones que, la sociedad debe vivir bajo el reinado de la paz y esta es posible conseguirla en la medida en que el Estado recupere su capacidad de gobernar y de que la ley sea obedecida por todas las personas: por los gobernantes y por los gobernados. Leyes justas son las que facilitan la obediencia.
Para superar un conflicto armado, en particular, un largo conflicto armado interno, la sociedad tiene que, tener un corazón grande y una mano bondadosa. La mano de bondadosa que sea la expresión de un alma nacional que tenga en el perdón y la reconciliación como palancas que sostenga el propósito de que reine la paz. Maquiavelo, el gran republicano florentino en su libro “Historias Florentinas” enseña que si no se serenan los espíritus y nace el perdón y la reconciliación, no es posible garantizar la paz.
Nos los dice: “Una vez, pues, que el pueblo había salido vencedor, y por consejo de los que amaban el bien de la república, se decidió procurar la unión de la ciudad y llamar a todos los ciudadanos que se hallaban desterrados, tanto gibelinos como güelfos. Volvieron así los güelfos al cabo de seis años de expulsión y, cuanto a los gibelinos, también les fue perdonada su reciente ofensa y fueron readmitidos en su patria”.
Agrega, que de todas las formas los gibelinos eran profundamente odiados por el pueblo como por los güelfos, ya que estos no podían apartar de sus cerebros el recuerdo de su exilio y la vida como desterrados y los padecimientos que esto implicaba. Estos recuerdos no permitieron el reino de la paz y brotó de nuevo la guerra.
La enseñanza que nos transmite Maquiavelo es que, si se quiere un buen gobierno, después de un conflicto armado interno, tiene que olvidarse las ofensas e impulsar un proyecto de reconciliación.
En síntesis, se necesita un buen gobierno, que es el que traerá la prosperidad y el reino del bien común, como lo muestran las imágenes del bello cuadro renacentista que se muestra en el Palazzo Municipale de Siena de Ambrogio Lorenzetti sobre El buen gobierno, es urgente fortalecer la capacidad de perdón, reconciliación y olvido.
El buen gobierno nacerá de la capacidad de perdón, reconciliación y olvido de todos. Sin estas condiciones del espíritu republicano, no será posible el buen gobierno.