El reciente incidente entre los representantes de Hacienda Pública del Gobierno y la Banca Central contrasta con el artículo ‘Sigue la apertura “hacia adentro”’ de mi profesor y compañero columnista en el diario La República, Jorge Iván González.
El Gobierno y el Banco de la República discuten sobre la coyuntura y el crecimiento de la economía durante el último trimestre. En cambio, el profesor Jorge Iván profundiza en un análisis de 60 años de la economía colombiana, para ello, divide los últimos 60 años en dos grandes periodos: el primero entre 1960 y 1991, inspirado en el modelo Cepal, estructuralista, de sustitución de importaciones, crecimiento promedio de 4,48%, incremento de las exportaciones de 4,65 % y una balanza comercial positiva de 0,51 % del PIB.
El segundo periodo entre 1991 y 2019 fue una etapa aperturista con un crecimiento menor del 3,35%, un incremento en las exportaciones de 3,32% y una balanza comercial negativa de -3,3% del PIB. La discusión no debe centrarse en el corto plazo. Lo de fondo es el “modelo económico del país”, en el cual debemos unirnos todos en un gran “pacto político” para repensar el curso de la economía a largo plazo, además del control monetario, crediticio y cambiario.
Tenemos que preguntarnos, qué pasó con la bonanza petrolera y la apertura económica que produjo mayores ingresos. Hay que tener claridad en qué los gastamos, qué hicimos con la bonanza, conocer si importamos lujos como vinos, carros, ropa o por el contrario infraestructura productiva como maquinaria moderna.
La realidad es que en los segundos 30 años disminuyó el crecimiento de la industria y la agricultura lo que da a entender que el modelo económico fue menos productivo y que no aprovechamos la apertura económica y las bonanzas petroleras.
El país disminuyó su competitividad, no solo con respecto a los primeros 30 años analizados, sino en comparación con los países vecinos.
El ejemplo de la agricultura es clave: importamos 14 millones de toneladas de alimentos el año anterior (2018), lo que indica que no nos estamos auto abasteciendo y nos vemos obligados a comprar más. El resultado real es que el desempleo se ha venido agravando progresivamente y, la razón, como lo explica Kalmanovitz, es que no se están creando nuevos trabajos frente al crecimiento de la población y, por el contrario, se han destruido empleos, lo cual ha sido empeorado por la inmigración venezolana.
La economía no puede depender del petróleo y minería porque demandan poco empleo. Tenemos que basarla en el conocimiento.
También preocupa que el déficit fiscal represente 3,1% del PIB y no tengamos una estrategia clara de cómo afrontarlo, salvo vender empresas productivas del Estado. Tampoco tenemos un plan exportador agresivo e inteligente que permita realmente aprovechar los TLC que hemos firmado con varios países. A EE.UU. no le vendemos lo suficiente y tenemos una balanza comercial negativa.
En conclusión, necesitamos un gran pacto político por la economía nacional que nos permita pensar muy seriamente en cambiar criterios y construir nuevas posibilidades económicas sin repetir modelos desgastados. Hay que repensar el modelo económico, basado en un gran plan exportador apoyado más en servicios y conocimiento que nos permita crecer, aumentar la competitividad y generar una mayor cantidad de empleos.