Hablaba en finos versos con la delicadeza del alma noble y la suavidad de las brisas acariciadoras de bellos días de verano en la Región Caribe. Venías de tan lejos como de algún recuerdo, dice tu poema “Nueva presencia”. Venía tu familia del Lejano Oriente, venía de El Líbano. Vino a sembrar cultura a tierras del Caribe y a representarla en el mundo, tú lo hiciste. Viniste al mundo a través de la poesía dar testimonio de la amistad, la más alta manifestación del amor, como de ella dijo Milcíades Arévalo. La poesía vino con ella, nació con ella y se enriqueció en su lenguaje.
La poesía fue su otra forma de vivir, no se podía dejar de ser poetisa, si dejaba de serlo sencillamente no lo era, decía. Su poesía brotaba en forma libre, sin método, confesaba que unas veces, como si se la dictaran y otras veces requería de una dedicación de días, meses y años. La palabra que más le gustaba era lealtad. Para ser amigo o amar se requiere la lealtad, no se puede ser humanista sin ser leal al espíritu humano. Sus poetas preferidos eran Bécquer y Neruda, entre los extranjeros y Gómez Jattin, Aurelio Arturo e Iriarte de los nuevos.
No se consideraba una poeta, era una poetisa. El femenino de poeta es poetisa, una bella palabra afirmaba. Dijo que negarse a llamarse poetisa era poco aprecio por el mundo femenino. “Por qué vamos a negarnos el lujo de llamarnos como somos “poetisas”. Su presencia en escena fue un rayo que ilumino el firmamento. A los 15 años, en 1937 la Revista Vanidades le publicó tres poemas y se graduó de poetisa.
En la poesía de su adolescencia, “Promesa” publicada en la Vanidades, dice: “Después… como un racimo de hermosas uvas nuevas - tronchadas de la viña por manos tempraneras- yo dejaré en tu boca con un poco de miedo, el sabor ignorado de mis besos primeros…”. Y, en la misma revista, en “Vuelo” dice: “Blancas gaviotas hermanas, gemelas del alma mía; si tuviese vuestras alas bien lejos que volaría”. De su Barranquilla del alma, a la que Meira amó con cuerpo y alma y se entregó para hacerla grande y culta, sensible y educada, le reconoció su finura con un verso en una pancarta de los jardines de la Biblioteca Piloto del Caribe que en el escrito “Meira Delmar o la zarabanda de cristal” de Olaciregui nos recuerda: “Barranquilla empieza a ser amable apenas se pronuncia su nombre. Porque Barranquilla así en diminutivo, suaviza la dureza de su originaria barranca o “barranco”, le quita el perfil de peligro y hasta le regala un aire delicado y sonreído”.
Barranquilla de sus amores, la del Grupo de Barranquilla, fenómeno cultural que enriquece al arte y la literatura caribe, la república y el mundo, integrado por García Márquez, Obregón, Cepeda Samudio, Vinyes, Fuenmayor y Germán Vargas, sin desconocer que Meira Delmar era la rosa que representaba lo femenino como lo recuerda Germán Vargas al decir: “Meira podía ser considerada la única mujer a la altura intelectual del grupo”. Lo fue, sin dudas, eran sus amigos y sus pares, era de su nivel cultural. Era su rosa que lo embellecía.
No en vano, la pluma de Vinyes y la de García Márquez, le reconocieron la calidad de poetisa con bellas palabras del primero: “Meira Delmar, escribe auténtica poesía. Se le pueden otorgar cinco puntos aclamados de calificación máxima” y el segundo: “Todo lo anterior constituye una cualidad esencial en la última poesía de Meira. Una cualidad que no califico, que no adjetivo, pero que resulta tan protuberante, que el lector menos iniciado puede advertir”. Meira Delmar, Cuqui para sus familiares y amigos, nació hace un siglo. Partió y nos legó su aroma poético. Gracias Cuqui.