En la Comisión de Ordenamiento Territorial del Congreso, el pasado 30 de mayo se hizo un evento sobre los “Esquemas asociativos de ordenamiento territorial”, con el propósito de analizar cómo fortalecer el Gobierno a través de un ordenamiento territorial moderno, descentralizado y autónomo.
La principal exposición la hizo el exalcalde de Barcelona, Joan Clos, sobre la experiencia española y sus autonomías. Explicó el proceso histórico que llevó a España a niveles de prosperidad sin antecedentes, resultado de su nuevo ordenamiento territorial. Pasaron de ingresos per cápita de US$10.000 en los años setenta a US$34.000 en la actualidad. Colombia ha disminuido a US$6.500 per cápita.
El proceso territorial español empezó en 1975, después de la dictadura de Franco, con la construcción de una nueva Constitución como parte de una solución negociada. En ese momento, Asia era la tercera parte de la población mundial, Europa y toda América en su desarrollo poblacional no se podían comparar con India y China. Veníamos de dos guerras mundiales que dejaron enseñanzas profundas sobre cómo limitar los conflictos globales. Se fortalecieron los derechos humanos y se promovió la paz como base del bienestar de la población. También se tomaron decisiones con respecto al desarrollo económico social sin dañar ecosistemas.
En este contexto, surgió, nítido, el concepto de que el desarrollo territorial era la clave para el avance de un país, que sin una estructura territorial adecuada no se lograría prosperidad aún teniendo recursos disponibles.
Por el contrario, las teorías de desarrollo económico promovidas por el proceso neoliberal del Consenso de Washington, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y Naciones Unidas tenían unas recetas muy rígidas, centralistas e impusieron unos Objetivos de Desarrollo del Milenio que no se cumplieron, de allí que surgiera otro concepto de desarrollo económico mucho más serio, más responsable y lo más importante: más territorial.
El éxito de España fue la metódica y responsable construcción de un pacto territorial donde todos aportaban y tenían que controlarlo para que funcionara. Todo el país hacía parte de un sistema y lo tenían que proteger. Fue concebido para sumar con generosidad, confiando todos en todo y mantener lo que cada uno ya tiene para poder avanzar.
Las teorías económicas modernas predican que no se puede depender de un sector primario o de monocultivos, es importante impulsar una economía diversificada con procesos intelectuales que fortalecen varias alternativas de desarrollo con el aporte de servicios y tecnologías.
Es en este escenario donde las regiones son tremendamente eficaces, eficientes y fundamentales para articular una nueva economía. Todo ocurre en lo regional, de la mano del Estado no contra el Estado. Es hacer verdad el desarrollo territorial, por eso tiene que haber unos Gobiernos locales fuertes.
Los Gobiernos regionales de España permiten precisamente esa clase de desarrollo económico por dos importantes decisiones: el Gobierno autonómico regional y el ingreso a la Unión Europea. El desarrollo económico tiene que ser competencia de las economías territoriales, este mandamiento constitucional se adapta a sus objetivos de equidad, de distribución de riqueza de desarrollo económico. Más riqueza requiere más complejidad en el desarrollo institucional.