Analistas 26/06/2025

¿Fin de la inacción?

Eric Tremolada
Dr. En Derecho Internacional y relaciones Int.

La Unión Europea no se caracteriza por alcanzar rápidamente posiciones comunes en temas álgidos. Esta problemática estructural de su política exterior explica su inacción o las tímidas reacciones frente al genocidio que está perpetrando Israel en Gaza. La ausencia de una posición común entre sus Estados miembros donde Alemania, Austria, Italia, República Checa y Hungría ofrecen un respaldo a Israel, avalando la tesis de la guerra defensiva, bloqueaba cualquier intento de presión, limitando a la organización europea a pronunciarse con sustantivos de “inquietud” y “preocupación”, sin adoptar ninguna medida concreta. Sin embargo, con la decisión de revisar el acuerdo de asociación entre la Unión Europea e Israel se rompería esta tendencia.

Con la ayuda de Moussa Bourekba, investigador principal de Cidob, que se refirió a esta decisión, analizaremos qué tan contundente puede ser la medida, que se fundamenta en el artículo 2 del citado acuerdo y condiciona la relación al respeto de los derechos humanos. Bourekba explica que el respaldo actual de 17 Estados miembros, se funda en la magnitud de la catástrofe humanitaria con el bloqueo israelí que ha llevado a medio millón de palestinos a condiciones de hambruna desastrosa, y bombardeos que causan decenas de muertes diarias. Incluso países tradicionalmente alineados con Israel, como Austria, Eslovaquia o Polonia, respaldan la propuesta ante las flagrantes violaciones del derecho internacional humanitario.

Adicionalmente, considera que la explicación más profunda para este cambio es la insostenibilidad de la narrativa israelí de “autodefensa”. Después de 20 meses de ofensiva que ha cobrado la vida de más de 53.000 palestinos, en su mayoría civiles, esta justificación ha perdido legitimidad. Hamás ha sido, en gran medida, neutralizado como amenaza militar directa, y la mediación de Qatar y Egipto ha demostrado ser más efectiva para la liberación de rehenes. La campaña militar israelí se percibe por muchos de los socios europeos como un castigo colectivo, que deriva en crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad e incitación al genocidio, según Amnistía Internacional, y sirve a un objetivo de recolonización de Gaza.

Además, enfatiza en lo que dijimos en la última columna, el cambio en el discurso oficial israelí ha hecho insostenible el silencio de Bruselas. Miembros del gobierno israelí han proclamado su voluntad de expulsar a la población palestina y recolonizar el territorio, con declaraciones que constituyen admisiones de genocidio y limpieza étnica. La Fiscalía de la Corte Penal Internacional acusó a Netanyahu y Gallant de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, y la ONU ha acusado a Israel de imponer condiciones de vida que podrían constituir genocidio, mientras la UE se arriesga a que la consideren cómplice de crímenes internacionales.

Lamentablemente el debate en Bruselas no deja de abordar el conflicto como una crisis humanitaria, de ahí que parezca más que un cambio de tendencia un gesto “modesto y simbólico”, sin herramientas de presión eficaces o, por lo menos, equiparables a las adoptadas contra Rusia tras la invasión de Ucrania (sanciones económicas, ruptura de relaciones diplomáticas, apoyo a iniciativas judiciales internacionales). ¿Podrá hablarse de un cambio de postura, o la UE seguirá erosionando su crédito moral?

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