Cuando se estaba por completar dos años de guerra en Gaza, se anunció un plan de paz de 20 puntos, respaldado por Israel, Estados Unidos y varias naciones de Medio Oriente y Europa. La propuesta que, sin duda, es un rédito significativo para Donald Trump, permitiría en poco tiempo -tal como sucedió- los anhelados y permanentemente demandados cese al fuego y liberación de rehenes.
El punto de inflexión para que el gobierno de Israel cediera fue el ultimátum de Trump a Netanyahu, luego del ataque aéreo israelí en Qatar en contra del equipo negociador de Hamás. Trump encontró en esto una oportunidad única con la que podía presionar a los dos bandos en conflicto, por un lado, a su aliado Israel que había cruzado una línea y, por el otro, al mermado Hamás, que con la presión de sus socios Qatar y Emiratos Árabes Unidos ayudaron a asegurar el apoyo árabe.
También favoreció el acuerdo el incremento de la presión europea enfatizando en la crisis humanitaria y la destrucción casi absoluta de la franja, creando una alianza euro-árabe contra los nacionalistas israelíes.
Este plan, que también implica liberar a casi 2.000 palestinos detenidos y a realizar una retirada progresiva de Gaza, exige el desarme y la desmovilización de Hamás, así como la eliminación de su infraestructura de combate y, en contraprestación, que Israel no ocupará ni se anexionará Gaza.
El cese al fuego israelí generó de inmediato una primera movilización de unas 500.000 personas al norte de Gaza, mientras que otras 700.000 personas desplazadas están considerando el regreso. La cruenta ofensiva militar israelí en más de dos años, ha destruido tres cuartas partes de las edificaciones de la franja. De ahí, que los antiguos residentes a su regreso encuentren -en la mayoría de los casos- bloques de viviendas enteros arrasados, cientos de casas y gran parte de la infraestructura destruida. La escala de la destrucción es tan descorazonadora que muchos se están devolviendo.
La otra buena noticia es que se empezó a combatir la hambruna y otras necesidades básicas, cientos de camiones con ayuda humanitaria (alimentos, medicamentos, ropa y calzado de invierno) ya vienen entrando a Gaza, no obstante, la situación es tan alarmante que todo se percibe como insuficiente.
Si bien el acuerdo incluye un “plan de desarrollo económico” para la reconstrucción de Gaza y propone una gobernanza temporal mediante un “comité palestino tecnocrático y apolítico”, bajo la supervisión de una “junta de paz” internacional, presidida por Trump y eventualmente incluyendo a Tony Blair, es un acuerdo marco y no una solución final. Se trata de 20 puntos que abrirían la posibilidad de reanudar negociaciones hacia una paz duradera que requerirán negociaciones complejas, que amenazan la estabilidad a largo plazo del alto el fuego.
Desde ya avizoramos dos problemas claros, el plan exige una autoridad de “transición” en la que los líderes de Hamás no podrían participar y un comité tecnocrático bajo supervisión internacional, sin embargo, Netanyahu advierte que la Autoridad Palestina no puede desempeñar ningún papel sin una “reforma radical y genuina”.
Segundo, mientras continúe la ocupación israelí, Hamás anunció que no entregará las armas de la “resistencia” y solo lo discutirían en el marco del establecimiento de un Estado palestino independiente conforme con las fronteras de 1967.