¿Cómo una organización paramilitar privada que ejerce desde la sombra como un apéndice del ejército ruso que había sido por años sumamente útil para los intereses de Moscú se sublevó? Yevgeny Prigozhin, líder del Grupo Wagner, el pasado 24 de junio, con palabras y hechos desafió sin tapujos a la Rusia del todopoderoso Putin.
Este Grupo que obtuvo su nombre del apodo de su fundador, Dmitry Utkin, un militar retirado de la República Socialista de Ucrania que, como Hitler, admira al compositor alemán, nació -tras la anexión de Crimea en 2014- gracias a la financiación de Prigozhin (el cocinero de Putin).
Es más que una organización paramilitar privada, hace el trabajo sucio en donde el Kremlin no quiere exponerse a repercusiones legales o diplomáticas y cuenta con un entramado de empresas que le han brindado influencia política y la posibilidad de explotar recursos naturales en los muchos países donde ha actuado.
Sus intervenciones no solo se reducen a Ucrania, lo han padecido en Mali, Sudán, Siria, República Centroafricana, Mozambique y Libia. En sus operaciones, además de representar los intereses rusos, favorecen la voluntad de los líderes autoritarios locales y, en ocasiones, toman campos de petróleo o de gas.
Sorcha MacLeod, presidenta-relatora del Grupo de Trabajo sobre la Utilización de Mercenarios de Naciones Unidas, tras analizar al Grupo Wagner, concluye que está estructurado con el fin de crear “distancia entre el Estado ruso y el grupo”, posibilitando negar sus acciones: “opera en una situación de opacidad, existe una verdadera falta de transparencia y ese es el punto”. Añade que cuando se involucran en un conflicto armado, como si se tratara de un patrón predeterminado “el conflicto se prolonga, hay armamento pesado, los civiles son afectados de manera sustancial, las violaciones a los derechos humanos y los crímenes de guerra se incrementan de forma significativa y no hay acceso a la justicia para las víctimas”.
El Parlamento Europeo en 2021, al pronunciarse sobre violaciones de los derechos humanos por parte de empresas militares, señaló a este Grupo como autor de crímenes de guerra y acciones desestabilizadoras en terceros países. El informe confirmó que la organización en ese entonces contaba “con 10.000 empleados” y tenía relación directa con Putin y la inteligencia rusa.
Prigozhin, que venía quejándose del retraso permanente de municiones y equipos, se sublevó como respuesta al ataque de sus hombres con misiles del ejército ruso, y pese a que Moscú lo negó, tomó el control de la estratégica ciudad rusa de Rostov, sede del comando sur encargado de repeler las contraofensivas ucranianas y como si fuera poco las instalaciones militares de Vorónezh (a 500 kilómetros de Moscú).
Entretanto, en un video señalaba que las justificaciones del Kremlin para invadir Ucrania eran mentiras inventadas, que sus tropas habían cruzado la frontera al sur de Rusia y que estaban listas para “ir hasta el final contra los altos mandos rusos”, el ministro de defensa Sergei Shoigu y el jefe del Ejército Valery Gerasimov.
Para sumar ironías, el propio Putin, que quiere la “desnazificación” de Ucrania, durante un discurso ante la Duma en 2012, señalaba que “un grupo de empresas militares privadas sería un instrumento eficiente para alcanzar objetivos nacionales sin implicar directamente al Estado ruso”.