Nada para nosotros, sin nosotros
Un centenar de mandatarios desfilaron por la 76ª Asamblea General de la ONU y mientras la prensa destacaba sus grandilocuentes mensajes, pasó inadvertida la Cumbre sobre Sistemas Alimentarios, celebrada -en el marco de la misma- el 23 y 24 de septiembre. Participaron mujeres, jóvenes, indígenas, pequeños productores y empresas, con la intención de encontrar formas alternativas de producción y distribución de los alimentos. Transformar los sistemas alimentarios acabará con el hambre y favorecerá vidas más saludables y sostenibilidad.
En un contexto en el que la Tierra está en cuenta regresiva (columna del 19/08/21) y en el que la covid puso en entredicho lo que se había avanzado contra la pobreza, el hambre y la malnutrición, el Secretario de la ONU, António Guterres, dijo “es hora de actuar”.
Cómo no reaccionar cuando a diario 811 millones de personas no saben si tendrán la posibilidad de comer y otros 3.000 millones no pueden pagar una dieta saludable, mientras en un día desperdiciamos más de 2,5 millones de toneladas de alimentos. El informe de la ONU de julio pasado, sobre “el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo”, es desgarrador y advierte que la tendencia va en aumento y favorecida por los múltiples conflictos, la variabilidad y las condiciones del clima, las desaceleraciones y debilitamientos de la economía, y porque las causas subyacentes, pobreza y desigualdad, son cada vez más altas y persistentes.
El recorrido de 18 meses para llegar a esta cumbre no fue fácil. Son esfuerzos de mujeres, indígenas, jóvenes y pequeños productores que -con razón- no exigían nada sino participaban, y obtuvieron voz y voto para decidir sobre la transformación de los sistemas alimentarios locales, regionales y globales, mejoras que empiezan por pagar a los agricultores de manera justa. Otro resultado es la toma de conciencia de que las dietas saludables estén disponibles, sean accesibles, no se pueden seguir considerando una aspiración difícil de alcanzar, sino “un derecho humano y un objetivo que se puede lograr mediante acciones bien establecidas y alineadas”, precisó Francesco Branca de la OMS.
Aunque no todos los compromisos cuentan con financiación, Joe Biden, presidente de EE.UU., ofreció 10.000 millones de dólares para acabar con el hambre e invertir en el sistema alimentario y duplicar la ayuda internacional a países menos desarrollados para enfrentar el cambio climático. Desde el sector privado, Melinda French anunció una donación de 922 millones de dólares de la Fundación Gates para mejorar la nutrición en los próximos cinco años.
Noruega y Francia lideran una plataforma con 60 países y 50 organizaciones, que tiene como objetivo garantizar que los estudiantes tengan acceso a comidas escolares saludables para 2030. Carmen Burbano del PMA dijo que “así se podrá garantizar la salud y bienestar de la siguiente generación, el acceso a la educación sobre todo de las niñas, y la reactivación de mercados locales”. Es un programa de economía circular, más sostenible que mueve la comida desde el campo hacia los niños en la escuela.
Una terrible ironía resaltó Gilbert F. Houngbo de Fida, “aquellos que cultivan nuestros alimentos no puedan permitirse proporcionar a sus propias familias dietas saludables y nutritivas”.