Analistas 12/06/2025

No es una guerra

Eric Tremolada
Dr. En Derecho Internacional y relaciones Int.

Reflexionando sobre la intensa e ininterrumpida estrategia de operaciones militares, órdenes de desplazamiento masivos, bloqueos parciales y totales a la entrada de los suministros comerciales y ayuda humanitaria en Gaza, titulamos nuestra última columna ¿Genocidio o crimen de guerra? Entre tanto, Omer Bartov, historiador israelí y profesor de estudios del holocausto y del genocidio, en Brown University, comentaba a BBC Mundo que la situación en Gaza se ajusta “innegablemente” a la definición de genocidio. Bartov, quien es ciudadano y exsoldado israelí, ya no duda que se está mucho más allá de evidenciar solo crímenes de guerra o de lesa humanidad como consideraba inicialmente.

Su cambio de opinión se consolidó en mayo de 2024, cuando las Fuerzas de Israel entraron en Rafah, desplazando a casi un millón de personas a una zona sin infraestructura. Esto, junto con las sistémicas declaraciones de líderes políticos y militares israelíes expresando la intención de destruir Gaza, le permite inferir que se trata de una operación con intenciones genocidas.

Bartov enfatiza que la escalada de acciones que se están dando en Gaza “no tiene precedente” en el siglo XXI. La única comparación posible es con la Nakba de 1948, las cifras actuales de muertos y la destrucción superan con creces ese evento. El tonelaje de bombas lanzadas es mayor que el de las bombas sobre ciudades alemanas durante la segunda guerra mundial, y la destrucción intencionada y deliberada de escuelas, hospitales, mezquitas, edificios públicos y universidades es “absolutamente extraordinaria”. Cerca de 2% de la población de Gaza murió en pocos meses, una cifra que en Siria tomó 13 años.

Coincide con nosostros en que se cumple con “la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo específico, ya sea étnico o nacional, como tal”, voluntad que es expresada repetidamente por líderes israelíes y por el patrón de operaciones para hacer Gaza inhabitable y destruir a los palestinos como grupo, matando a más de 53.000 personas (la mitad niños) y aniquilando su infraestructura cultural, educativa, sanitaria y religiosa.

Rechaza la afirmación de que Israel está librando una “guerra” contra Hamás, describiéndola como una “campaña de destrucción”, y respecto al argumento de los “escudos humanos”, sin defender a Hamás, señala que el combate en una de las zonas más densamente pobladas del mundo inevitablemente involucra civiles.

Esta perturbado por la “total indiferencia de la mayoría de los israelíes” ante el sufrimiento palestino y cita una encuesta reveladora que indica que 82% apoya la “transferencia” de la población de Gaza, lo que equivale a una limpieza étnica. Esta situación, sumada a la violencia de colonos en Cisjordania, es parte de una política de vaciamiento y toma de territorio.

A nivel internacional, destaca que, a diferencia de genocidios como los de Ruanda o Srebrenica, Israel recibe armas, suministros y cobertura diplomática de Occidente, especialmente de Estados Unidos y de Alemania que atribuye al crédito que genera la culpa por el holocausto.

Así, existe un creciente consenso entre los investigadores de que lo que ocurre en Gaza es genocidio, aunque muchos se resistan a admitirlo, y para que este precedente sin parangón no estimule a otros Estados a seguir el patrón, es imperativo presionar la rendición de cuentas.

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