Universal y asequible
La pandemia que sufrimos desnudó las lógicas estatales de salud pública. Por décadas las políticas de prevención, atención e investigación redujeron sus presupuestos, y de ahí que al inicio de la crisis se hizo palpable el reducido inventario de material de protección sanitario y, al mismo tiempo, la escasez de unidades de cuidados intensivos y respiradores artificiales. De ahí la necesidad de los tempranos y estrictos confinamientos antes que los servicios sanitarios colapsaran.
Ahora, en medio de las medidas que tienden a relajar los confinamientos, los déficits de recursos y políticas se traducen en la capacidad de realizar pruebas tempranas, hacer la trazabilidad de los contactos y poder aislar y separar a los infectados, de lo contrario volveremos a los confinamientos plenos de forma periódica.
El panorama no es alentador, si recordamos que en tiempos de normalidad el desarrollo de vacunas es un proceso largo, costoso y arriesgado, agravado por la carrera contra el tiempo en la que estamos. Dificultades científicas que conviven con un perverso sistema de innovación y comercialización que diferencia entre pacientes ricos y pobres. Los programas rutinarios de inmunización no solo dependen del precio de las vacunas, sino de los altos costos de su distribución.
Si no sumamos esfuerzos colaborativos transfronterizos, no saldremos pronto de la pandemia. Ya existen ejemplos: primero, la Alianza de Vacunas (Gavi), asociación público-privada que nació en 2000 y ayuda a vacunar a casi la mitad de los niños del mundo contra enfermedades infecciosas mortales, tiene la experiencia de sus socios y puede colaborar en el acceso a la inmunización en los países pobres y, segundo, la Coalición para la Innovación en la Preparación ante Epidemias (Cepi), de 2017, asociación global que reúne esfuerzos de organizaciones públicas, privadas, filantrópicas y de la sociedad civil con el fin de acelerar el desarrollo de vacunas contra enfermedades infecciosas emergentes y permitir el acceso equitativo a estas.
Para enfrentar el covid-19, Cepi entiende que lo que acelerará la creación de una vacuna es contar con un número amplio de candidatos y ensayos clínicos, de ahí, su llamado a reunir US$2.000 millones; mientras Gavi, por un lado, quiere, asegurar una vacuna universal y asequible y, por otro, mantener y extender los programas de inmunización frente a otras enfermedades mortales, ocultas tras la pandemia actual.
La Unión Europea se suma y promueve una “respuesta global” junto a la OMS para desarrollar acceso equitativo a diagnósticos, terapias y vacunas seguras, de calidad y asequibles. Invita a países y organizaciones a comprometerse a ayudar a alcanzar el objetivo de €7,5 billones de euros. Las fundaciones privadas asumen un rol protagónico, tanto la de Bill y Melinda Gates como Wellcome Trust, que apuntalan los esfuerzos de Cepi y Gavi.
En la columna anterior hablamos del sin sentido de responder unilateralmente a la crisis, compitiendo por adquirir medios de diagnóstico y crédito, contrario a la respuesta global, más eficiente y justa, que invita a soñar con un sistema de salud global, que podría financiarse como el Gavi que tiene un Servicio Financiero Internacional para la Inmunización (IFFIm) que coloca Bonos de Vacunas en los mercados de capitales contra promesas de donaciones a largo plazo.