Hace varios años escribí un artículo con este mismo título, en el cual expresaba mi opinión con respecto a la poca importancia que aparentemente le damos los colombianos a la definición de nuestras prioridades para la inversión pública, por lo que se requiere un cambio de actitud radical por parte de nuestros dirigentes, pues con mucha frecuencia en nuestro país hemos realizado proyectos que seguramente no eran realmente prioritarios.
Es inconcebible que existiendo en Colombia veinte millones de ciudadanos clasificados como pobres, de los cuales siete millones se consideran indigentes, nos comprometamos a construir obras que sobrepasan nuestra capacidad de inversión, como por ejemplo los sistemas de transporte masivo tipo Metro, cuyo costo es del orden de cien millones de dólares por kilómetro de extensión, cuando un sistema de buses articulados cuesta cinco veces menos y puede llegar a movilizar un número igual o mayor al que lo haría un Metro.
Este tema adquiere nuevamente una gran importancia, teniendo en cuenta que el actual Alcalde de Bogotá resultó elegido en buena parte por su propuesta de construir un Metro, cuyo costo se estima no sería inferior a US$2,500 millones, si es que esa cifra no resulta ser mucho mayor, tal como ocurrió con el Metro de Medellín, que terminó costando más de cuatro veces su presupuesto inicial.
Sin desconocer las múltiples ventajas y comodidades que representa para los habitantes de una ciudad, el contar con un excelente sistema de transporte del tipo Metro, pienso que al menos durante los próximos años, la principal prioridad que tiene Colombia es la solución de la falta de vivienda social, pues según estima Camacol, es necesario construir más de 1,300.000 unidades nuevas y mejorar aproximadamente 2,500.000 de las existentes por tener grandes falencias. Este problema se agrava día a día con el crecimiento poblacional, ya que cada año se forman alrededor de 280,000 nuevos hogares, la mayoría de ellos en los estratos 1,2 y 3.
Como anualmente se construyen en el país menos de 100.000 viviendas de este tipo, es claro que al ritmo actual nunca lograremos solucionar esta grave falencia para los millones de compatriotas que carecen de una vivienda digna. Por ejemplo, con los recursos que se utilizarían para construir el Metro en Bogotá se podrían otorgar cerca de quinientos mil subsidios de $10.000.000 cada uno, con lo cual se subsanaría una buena parte del déficit que tiene el país en esa materia y nos evitaríamos la angustia que nos causa ver por televisión a los miles de colombianos que deben evacuar sus hogares en cada periodo invernal, cargando sobre sus hombros las escasas pertenencias que logran salvar de las inundaciones que periódicamente deben soportar.
Además de esa gran deuda social que tenemos con nuestros compatriotas de escasos recursos, está el de la falta de agua potable, pues al menos doce millones de compatriotas carecen de ese vital líquido, lo cual se refleja en las altas tasas de mortalidad infantil en las zonas rurales del país. No me cabe ninguna duda sobre la prioridad de destinar los escasos recursos públicos a la solución de estas dos grandes falencias, lo que serviría para fortalecer nuestra incipiente democracia y contribuiría significativamente a la paz social del país.