La inteligencia emocional puede ser comprendida como la capacidad que tenemos todos los seres humanos de entender y controlar nuestras propias emociones y de entender las de los demás para generar entornos de empatía y buen trabajo en equipo. Hoy por hoy uno de los fundamentos del liderazgo, y sobre todo del liderazgo creativo, es la aplicación de las herramientas que obtenemos a través del aprendizaje de las habilidades que nos da la IE.
Hablar de liderazgo nos propone muchas teorías, estudios, análisis y casos que día a día en la Academia y en el mundo corporativo se siguen afianzando.
Generalmente se dice que los grandes líderes de las corporaciones o del sector público deben tener una hoja de vida académica muy fuerte de pregrado y posgrado, y que ello debe acompañarse de una gran experiencia profesional. Todo esto es cierto y significa qué la academia imprime una gran ayuda y apoyo para la formación de los líderes, sin embargo, el liderazgo en el siglo XXI también viene acompañado de nuevos análisis y teorías sobre lo que significa la inteligencia y coeficiente emocional en aquellas personas que deben liderar equipos.
Palabras como resiliencia y empatía, comúnmente utilizadas, pero no bien comprendidas, son del diario vivir en los nuevos modelos de liderazgo. Estos conceptos tienen que ver con estudios de la neurociencia y sobre cómo el hipocampo y dentro de el (la amígdala), necesitan conocerse mejor.
Necesitamos enseñar a todos nuestros alumnos cómo funciona esta parte del cerebro y por qué es imprescindible a la hora de la toma de decisiones.
Suele decirse qué somos seres racionales qué sentimos y hoy podemos decir que somos seres emocionales que aprendimos a pensar. Esta frase denota que, mientras más tengamos inteligencia emocional y logremos disciplinar nuestras emociones, nuestras decisiones serán coherentes para el entorno corporativo y para el entorno del liderazgo que necesitan las personas. Así mismo, es imperativo tener en cuenta las habilidades sociales, así como la capacidad de adaptabilidad a los entornos y más allá, la capacidad que tienen estas personas de empatizar con los demás.
Grandes universidades siguen en la búsqueda de cuál es esa receta perfecta para tener la última palabra en lo que significa ser un líder creativo, un líder amable, un líder que cumpla metas y objetivos, pero ante todo un líder que entienda el propósito de todo un equipo de trabajo y de su empresa. Hoy, los estudios de la neurociencia son uno de los mayores instrumentos y herramientas para que se pueda compaginar la razón con la emoción y para que se pueda entender que, inclusive en los momentos más difíciles, nuestros equipos de trabajo pueden fomentar la creatividad, el propósito y el buen Gobierno.
Una de las grandes preguntas a responder es: ¿qué distingue a los buenos líderes de los líderes que dejan un gran legado?, y la respuesta podría estar en que aquellos que cumplen con su función de una manera técnica cumplen sus objetivos y logran resultados para sus empresas y son buenos líderes, pero aquellos que además de todo lo anterior llegan al espíritu de sus empresas, al espíritu de sus empleados y además conjugan el propósito de los seres humanos al interior de dichas empresas y entienden que el cliente y el consumidor hacen parte de una red emocional, logran encontrarse y encontrar su lugar. Aquellos que dejan un legado son buenos seres humanos capaces de adaptarse, capaces de entender y comprender y en ultimas, capaces de aceptar que incluso las personas que están en diferentes cargos pueden llegar a complementar su liderazgo de una manera positiva y alcanzar los objetivos de un equipo.