IA en aulas o en casa: ¿herramienta que potencia o muleta que reemplaza?
jueves, 26 de junio de 2025
Federico Hederich
La IA generativa, encabezada por ChatGPT, ha irrumpido con fuerza en el ámbito educativo. Promete revolucionar la forma en que aprendemos, pero antes de integrarla sin filtros en las aulas, o en casa, vale la pena hacernos una pregunta incómoda: ¿estamos formando estudiantes y personas que la usen como una herramienta para amplificar su inteligencia, o más bien como una muleta que debilita su pensamiento? ¿Qué tan preparados están los profesores, o nosotros mismos para guiar a los más jóvenes en el uso correcto de esta herramienta?
Un estudio reciente del MIT Media Lab prendió las alarmas. Al observar la actividad cerebral de estudiantes que escribían con asistencia de IA, encontraron una caída de hasta 55% en la conectividad neuronal. En otras palabras: su cerebro se desconectaba. Los textos resultantes fueron más planos, menos originales y, lo más preocupante, los estudiantes no recordaban lo que acababan de escribir. Van en modo “avión”, desconectados, en piloto automático.
Este no es un problema de tecnología, es un problema de uso. Cuando delegamos el esfuerzo de pensar, estructurar, argumentar y resolver en una máquina, nos volvemos consumidores pasivos de respuestas. Más preocupante aún, normalizamos el aprendizaje superficial. Lo hablábamos hace poco con mis alumnos en la clase de Maestría en gestión de negocios digitales: ellos me decían: “Ahora muchos hacen su tesis con IA”. A lo que respondí: “Ustedes la hicieron con Google; mi generación en la biblioteca, con fichas y trabajo de campo. El problema no está en la herramienta, sino en cómo y cuándo se usa.”
Pero el mismo estudio del MIT deja un mensaje esperanzador. Quienes primero razonaron por su cuenta y luego usaron IA para mejorar sus ideas, mostraron una mayor activación cerebral y mejores resultados. Usaron la IA no como sustituto del pensamiento, sino como un socio intelectual para desbloquear ideas, refinar argumentos y profundizar en lo aprendido.
Ese es el punto clave: enseñar a pensar antes de enseñar a usar tecnología, eso sí lo puedes intentar en casa.
Colombia no necesita llenar aulas con tabletas conectadas a ChatGPT. Necesita una estrategia educativa que fortalezca el pensamiento crítico, la creatividad y la capacidad de resolver problemas de forma autónoma.
La solución no es prohibir la IA -eso sería ingenuo- pero adoptarla sin criterio pedagógico sería desastroso. Estamos ante una bifurcación: o formamos una generación de operadores de Prompts -hábiles para pedirle cosas a la máquina-, o cultivamos una generación capaz de hacer las preguntas correctas y desarrollar ideas propias.
La verdadera ventaja competitiva de un país no está en cuántas licencias de IA se distribuyen, sino en cuan bien preparado está su capital humano para pensar con profundidad en un mundo plagado de respuestas fáciles.
No es un tema solo generacional. Es un desafío de política pública, de liderazgo educativo y de visión país. Porque si no ayudamos a las nuevas generaciones a pensar por sí mismas, alguien -o algo- lo hará por ellas.