La atención: el activo que estamos destruyendo sin darnos cuenta
lunes, 17 de noviembre de 2025
Federico Hederich
La conversación sobre IA está atrapada en el lugar equivocado. Se habla de modelos, capacidades, velocidad y automatización. Pero hay un elemento previo, básico y completamente ignorado: la atención. Sin atención sostenida, la IA no solo pierde impacto; se convierte en una ilusión de productividad. Y lo preocupante es que la mayoría de organizaciones están destruyendo su propio foco sin siquiera notarlo.
Vivimos en un ecosistema diseñado para interrumpir. El primer enemigo del rendimiento estratégico son las notificaciones. Cada alerta genera una microinterrupción que obliga al cerebro a reconstruir el hilo de pensamiento. Estudios de la Universidad de California muestran que recuperar el nivel de foco previo a una interrupción puede tomar más de veintitrés minutos. La IA funciona mejor cuando existe continuidad, no fragmentación. Pretender obtener pensamiento profundo con interrupciones constantes es como intentar escribir un libro saltando de página en página sin terminar ninguna.
El segundo error es estructural. Existe la idea de que una tarea larga es una tarea importante. Pero la evidencia cognitiva es clara: después de 60–75 minutos, la claridad y la calidad del razonamiento se erosionan. El rango óptimo para el trabajo profundo asistido por IA está entre 45 y 60 minutos. Superar ese límite no demuestra disciplina; demuestra desconocimiento del funcionamiento del cerebro moderno.
El tercer punto revela una paradoja poco comprendida: la creatividad y la productividad aumentan cuando se insertan microtareas dentro de proyectos grandes. Alternar pequeños avances —resúmenes, variantes de una idea, depuración rápida de datos— activa recompensas internas, produce mini insights y evita el estancamiento. Los equipos que esperan “momentos de inspiración” pierden velocidad. Los que gestionan el día por cápsulas de progreso sistemático logran más en menos tiempo.
¿Por qué esto no ocurre en la mayoría de empresas? Porque confunden actividad con impacto. Creen estar avanzando porque producen más correos, más chats, más reuniones y más entregables superficiales. La IA acelera este caos: hace que parezca que se progresa cuando, en realidad, solo se acelera la dispersión. La productividad perdida no es un fallo tecnológico; es un fallo de diseño del trabajo.
Rediseñar la atención es urgente. Debemos proteger ciclos de foco de 50–60 minutos, sin interrupciones de ningún tipo, y bloquear notificaciones porque interrumpen la recuperación cognitiva durante más de veinte minutos. También implica insertar microtareas de 2–5 minutos cada 20–25 minutos para mantener el impulso creativo, según estudios de incubación cognitiva. Finalmente, cada bloque debe cerrarse con un resultado visible —un insight, un párrafo depurado o un prompt mejorado— para activar el principio de progreso y sostener el rendimiento del día.
La IA no es el acelerador. El acelerador es la atención humana. La IA solo amplifica lo que encuentra. Si encuentra ruido, amplifica ruido. Si encuentra claridad, amplifica impacto. En un mercado donde todas las empresas tendrán acceso a los mismos modelos, la ventaja no será técnica, será mental: proteger la atención en un mundo que vive de destruirla. El enfoque encendido.