Siempre hemos entendido que las grandes ideas vienen de momentos de inspiración, del mítico “eureka”. De acuerdo con una de las conferencias más vistas en TED, la realidad es otra. Steven Johnson dice que estas generalmente no son espontáneas y que comienzan con una leve corazonada que va adquiriendo forma con el paso del tiempo. La clave está en discutir e interactuar con otros sobre el proceso creativo pues tal vez ellos tengan una parte de la idea que hace falta y pueden ayudar a gestarla. Pero ¿cuál es la verdad?
La noción de momentos de inspiración se alimenta de mitos de grandes personajes de la historia que aparentemente vivieron este tipo de situaciones. Por ejemplo, se especula que Albert Einstein estaba en un tranvía, observando el reloj de la torre de Berna, cuando descubrió una parte de la teoría de la relatividad.
La idea del horno microondas supuestamente nació cuando el ingeniero Percy Spencer notó que una chocolatina, que guardaba en el bolsillo, se había derretido mientras usaba un radar; y por supuesto, existe el emblemático caso de Newton y la manzana que le cayó en la cabeza y que se derivó en la teoría de la gravedad.
El problema con este tipo de historias es que es imposible comprobar su veracidad. En muchas ocasiones sus protagonistas son quienes se encargan de alimentar la leyenda. Este es el caso de Darwin quien en su autobiografía dice que la teoría de la selección natural se le ocurrió un día en su estudio mientras leía a Malthus. Sin embargo, investigadores han encontrado en sus cuadernos que él ya tenía indicios de la idea décadas atrás.
Más allá de las anécdotas, el debate sobre el origen de las ideas ha enfrentado a filósofos por siglos. Por ejemplo, Platón creía que cuando alguien nace, su alma trae todas las ideas que ha conocido en el mundo de las ideas, solo que las ha olvidado, pero mediante los sentidos las recordará. Aristóteles por el contrario consideraba -y Locke, siglos más tarde- que nacemos sin conocimiento y que este es adquirido a través de la experiencia.
Con el desarrollo de la tecnología, los filósofos han pasado a un segundo plano y los científicos han dado sus opiniones. El Nobel Eric Kandel demostró que el cerebro recibe estímulos que convierte en componentes más simples que son almacenados y distribuidos en estantes. Ante un reto, este hace conexiones con lo que ya existe en la memoria buscando coincidencias; de allí se deriva la intuición.
Según William Duggan, profesor de Columbia Business School, el planteamiento de Kandel se traduce en “intuición estratégica”. En la invención de Netflix, su creador tomó experiencias que podían parecer inconexas: una multa que le fue cobrada en Blockbuster por devolver tarde una película; las cuotas de membresía del gimnasio; los pedidos en Amazon; y una conversación con un amigo sobre los nuevos DVD que reemplazarían los videocasetes. A partir de ello, planteó esta novedosa estrategia.
Este es un ejemplo de cómo la creatividad combina recuerdos derivados de las experiencias y culmina en un momento cumbre. Las grandes ideas son el trabajo de muchos años de ir encontrando piezas y pistas que conllevan a su evolución. Einstein, Newton o Darwin no fueron personas que de repente se iluminaron; ellos trabajaron y estudiaron sus invenciones por mucho tiempo.
Las buenas ideas surgen en momentos de inspiración que se dan tras años de traspiración. Debemos, por tanto, perseverar, confiar en nuestro instinto, discutirlo con otros y, poco a poco, cristalizar nuestras grandes ideas.