Durante años, Rodrik, Stiglitz, Velasco y Ocampo han hablado de la relevancia de una política industrial robusta; en especial, de lo crítico que es para un Estado involucrarse en la corrección de las fallas de mercado e impulsar sus empresas. No se trata del histórico picking winners sino de una estrategia calculada y bien diseñada, tal como lo hicieron los tigres asiáticos. Hace poco se cumplió un año de aprobación de una política nacional inspirada en estos principios que está contenida en el documento Conpes 3866. Según estos académicos, esta es fundamental para que el país genere crecimiento; no obstante, dicha importancia contrasta con el poco interés que suscita en Colombia.
Al buscar en la sección de noticias de Google dicho documento, este arroja pocos resultados y ningún informe acerca de su implementación durante su primer año. En un influyente artículo de 2004 titulado “Política industrial para el siglo XXI” -https://tinyurl.com/y9yjzpdq-, de autoría del ya mencionado economista turco de Harvard Rodrik, se establece el por qué es necesario el desarrollo empresarial.
Es crucial entender que los mercados no funcionan de manera eficiente tanto “cuando los gobiernos interfieren demasiado o cuando no lo hacen de forma suficiente”. Las fallas de mercado obligan al Estado a intervenir para corregirlas y, en este caso, para promover la industria y el crecimiento.
La clave no es enfocarse en los resultados sino en el proceso pues en últimas la relación que se logre entre el sector público y el privado determinará el gran éxito o el estruendoso fracaso de este tipo de estrategias. Si están bien orientadas, los privados apoyarán al Gobierno en identificar áreas que se puedan diversificar, en caso contrario, se posibilitará la corrupción. Por esta razón, el documento Conpes firmado el año pasado es solo la teoría; lo más difícil es su práctica.
La economía básica enseña que un país debe concentrarse en aquella actividad que tiene ventaja comparativa, lo cual no es totalmente acertado. El camino de crecimiento sigue una forma de U invertida en la que inicialmente son pocos sectores, pero posteriormente se diversifica a muchos que tradicionalmente no eran importantes y, al llegar a altos niveles de desarrollo, vuelve a centrarse en los específicos.
Las dos fallas de mercado claras están en la información y la coordinación. Lo primero apunta a que es imposible saber la rentabilidad de un producto que todavía no existe. Por ende, la falta de información impide que las fuerzas económicas desarrollen el sector. El segundo, se refiere a la dificultad de coordinar lo productivo y las inversiones públicas que se requieren para prosperar.
Por ejemplo, Colombia podría ser un gran sitio para sembrar kale -la lechuga de moda en el mundo-, pero como no se ha hecho masivamente antes, estimar la rentabilidad requiere muchos supuestos y un alto riesgo. Además, si el Gobierno no invierte en infraestructura para sacar el producto de las zonas alejadas ni facilita los permisos de producción, no será competitiva.
El Estado debe promover actividades específicas y no favorecer sectores genéricos. La deficiente diversificación de exportaciones de la última década, nos vuelve un país necesitado de una política exitosa de esta índole. A pesar de ser el tema más importante en la agenda económica, el primer año de política pasó inadvertida. Por ahí empieza el problema.