La visita oficial del presidente Juan Manuel Santos llega en un momento simbólico para Colombia. A pocos meses de haber recibido el Premio Nobel de Paz, el mandatario busca consolidar el respaldo internacional al proceso de paz con las FARC, al tiempo que procura fortalecer los lazos económicos y de cooperación el vecino país, el socio más importante del país en materia comercial y de seguridad. La reunión con el gobierno representa la oportunidad de reafirmar que la nueva Colombia que emerge tras el conflicto requiere también una nueva agenda bilateral.
Durante años, la relación entre ambos países ha estado definida por el Plan Colombia, una estrategia centrada en la lucha contra el narcotráfico y el fortalecimiento militar. Sin embargo, Santos busca darle un nuevo enfoque a esa alianza: uno que priorice el desarrollo rural, la sustitución de cultivos ilícitos y la construcción institucional en las zonas más afectadas por la guerra. El reto es grande en plena redefinición de la nueva política exterior, parece menos interesado en programas de asistencia y más enfocado en resultados inmediatos en materia de seguridad y migración.
El Presidente colombiano llega con un mensaje ante el Congreso: el fin del conflicto abre una oportunidad sin precedentes para la inversión, el turismo y la integración regional. Colombia busca proyectarse como un país estable y confiable en un continente convulso, y esa imagen depende tanto del éxito de la implementación del acuerdo como del respaldo internacional que logre sostenerlo. Tambien llega cargando una gran cantidad de críticos al acuerdo y de denuncias sobre el hecho que tras ser derrotado el plebicito se brincó el mandato popular y lo aprobó un congreso ilegitimo.
Existen multiples tensiones internas. En Colombia, el proceso de paz enfrenta críticas, rezagos en la implementación y una oposición política que ha hecho de su desconfianza hacia el acuerdo un eje de campaña. Santos viaja con la tarea de convencer no solo a los extranjeros, sino también a su propia opinión pública, de que el respaldo externo puede traducirse en beneficios concretos para la población y en estabilidad económica para los años venideros.