El Estado colombiano, a través de la Anla, está tomando decisiones que tendrán repercusiones por generaciones. La declaración del director Iregui, en una entrevista en Blu Radio, con respecto a la licencia otorgada para explorar petróleo en La Macarena es tan inaceptable que debería renunciar.
Me refiero a la pregunta que le hicieron hacia al final, frente a los posibles daños ambientales: “¿Director, usted está tranquilo?”, a lo que respondió: “Uno nunca puede estar tranquilo; esta es una actividad de alto riesgo”. Esta frase, que parece de cajón, tiene implicaciones mucho más profundas de lo que parece.
Ya no vivimos en un mundo como el de antes que atropellaba lo que fuera necesario en nombre del “desarrollo”. Al contrario, hoy prima el medio ambiente.
En ese sentido, el derecho ambiental determina la primacía del principio de precaución. Como se lo hizo saber Dejusticia al señor Iregui en 2014, al señalar que este principio opera cuando existe un riesgo por una actividad humana que pueda generar un daño; el riesgo tenga bases científicas; el daño que pueda ocurrir sea grave; además, subsista la incertidumbre, pues no haya certeza sobre la probabilidad ni los mecanismos causales que podrían generarlo.
Al estar presentes estas cuatro variables “las autoridades no deben esperar a que exista certeza sobre el mecanismo causal que provoca el daño, sino que deben tomar medidas inmediatas para evitarlo”.
Esto es justamente lo grave del asunto. En este caso sucede lo opuesto. El director aceptó el riesgo y reconoció que no se puede estar tranquilo, pero en vez de hacer lo que sea necesario para frenar las actividades, como manda la ley, hace lo contrario y autoriza la explotación y la defiende a capa y espada.
El caso del fracking en San Martín (Cesar) es igual de grave. Esta actividad es una nueva forma de extraer gas y petróleo de la tierra a través de la fracturación hidráulica.
Para ilustrarlo de forma simple, imagínese una manguera de alta presión que se mete en la tierra de manera vertical y baja cientos de metros. Al llegar a cierto punto, la perforación se torna horizontal por otro tanto de distancia. Una vez en su lugar, se envía agua a alta presión mezclada con químicos y arena que fractura la roca y permite sacar gas y petróleo asentado allí por miles de años.
A pesar de abrir la puerta a reservas de gas y petróleo, el fracking está prohibido en muchos países pues tiene gravísimas consecuencias.
Primero, tiene efectos nocivos, de origen cancerígeno, en la salud de las personas por el contacto con los químicos que se utilizan durante el proceso. Segundo, las reservas naturales de agua pueden ser fácilmente polucionadas por fluidos contaminantes. Tercero, existe amplia evidencia de que el fracking ha causado terremotos en algunas de las áreas donde se ha utilizado.
En este momento la multinacional Conocophillips está socializando con la comunidad la posibilidad de hacer fracking. Según ellos, por ahora están solo informando y eventualmente la explotación dependerá de una licencia de la Anla.
De lo que hemos visto, cuando llegue el momento los habitantes de San Martín le van a preguntar al señor Iregui: ¿Usted está tranquilo de que nuestra agua no se va a polucionar? ¿Está tranquilo de que nuestra salud no va a ser afectada? ¿Está tranquilo de que no sufriremos terremotos? Y él responderá “Uno nunca puede estar tranquilo, esta es una actividad de alto riesgo”, y procederá a otorgar la licencia.