Analistas

Ni lucha de clases ni revolución

Francisco Barbosa

En los últimos meses, he venido trabajando en la Universidad Internacional de Florida (FIU) sobre democracias en América Latina y sobre las influencias ideológicas que transformaron el pensamiento en los Estados Unidos y nuestra región.

En el análisis se encuentran, entre otros, la escuela filosófica de Frankfurt, el estructuralismo, el postmodernismo y el progresismo. En igual sentido he podido ver ese movimiento ideológico en Francia, donde los cambios filosóficos empezaron a transformar la sociedad en los sesenta con autores como Louis Althusser, Jacques Derrida, Pierre Bourdieu y Michel Foucault.

Todo este movimiento ideológico llegó a destiempo a América Latina y se integró anárquicamente en la política latinoamericana de diversas formas. Muchas veces positivamente, pero también negativamente.

Lo que vemos en modelos políticos como los que han querido instalar algunos autócratas como Chávez, Ortega, Castro, Correa, Kirchner o Petro han sido lecturas diversas de algunas de esas filosofías que han dado inicio a una “batalla cultural” y a un “ Globalismo” como plantea el argentino Agustín Laje.

Mas allá de esos debates, que no dan para resumirlos en una columna, debe explicarse que, en Colombia, el gobierno de Petro ha querido ir más allá y llevar al país a un retorno a conceptos como lucha de clases para producir una revolución y transformar la sociedad.

Esa teoría básica del marxismo fue la que fracasó con el modelo soviético y que han puesto a repetir a muchos jóvenes universitarios para venderles la idea de ese proceso de cambio y de lucha contra las élites.

El filósofo español Rafael Narbona desarrollando esas ideas en su libro ‘Maestros de la Felicidad’ (2024) señala que para el marxismo: “el odio de clase, lejos de ser un sentimiento dañino, es la inspiración necesaria para acabar con el orden capitalista. Las libertades deben ser sacrificadas en el altar del nuevo mundo, donde surgirá el mundo nuevo. La prioridad es conquistar el poder. Las vidas humanas son un factor secundario”.

Luego en el libro ‘El opio de los intelectuales’ del pensador francés Raymond Aron se explica a profundidad las nociones de “Revolución y razón”, indicando que para los marxistas la revolución produce esperanza, “ pese a que su triunfo implique el fin del diálogo y la instauración de un gobierno autoritario”.

Estas reflexiones explican por qué el modelo de Petro busca atacar dos flancos. El primero, dinamitar ideológicamente la institucionalidad que representa como Jefe de Estado y, en segundo término, romper el diálogo y la construcción fértil entre el sector público y el sector privado.

El mecanismo para hacerlo es invocar la revolución y la lucha de clases que lleve a Colombia a refundarse, a abandonar su historia y a cambiar el relato de construcción como Nación.

Para materializarlo, ha invocado constituyentes, ataques a la administración de justicia y lucha de clases para meter al país en utopías y revoluciones. Debemos ser conscientes de que la mejora de la sociedad colombiana solo se dará en democracia con elecciones libres, con instituciones fuertes, con seguridad, con libertad, con inclusión social y con separación de poderes. No nos podemos equivocar en 2026.

*Profesor del Adam Smith Center for Economic Freedom, Florida International University (FIU)

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