Analistas

El futuro se diseña en plural

Fredy Vargas Lama

“Les futurs s’inventent ensemble” -los futuros se inventan juntos-.

La frase parecía filosófica o sociológica, pero aparecía en un letrero digital de una marca francesa, en el elegante y tranquilo distrito 16 de París. Allí, el ritmo pausado de quienes caminan abrigados por sus avenidas contrasta con la intensidad de las discusiones globales que ocurren a pocas cuadras, en la sede de la Ocde -la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos-, que agrupa a 38 de las economías más desarrolladas del mundo.

Me quedé mirando el mensaje unos segundos, justo al salir de una de las reuniones del Oecd Government Foresight Annual Meeting 2025, y pensé que aquella frase sintetizaba el espíritu de lo vivido: una semana dedicada a imaginar colectivamente cómo deben transformarse los gobiernos para enfrentar las próximas décadas. En un mundo interdependiente, anticipar el cambio ya no basta; hay que crearlo de manera compartida, combinando visiones, saberes y responsabilidades.

El encuentro reunió a representantes, altos funcionarios y expertos de los cinco continentes, en torno a una misma pregunta: ¿cómo prepararnos para los cambios estructurales que ya están redefiniendo la forma en que gobernamos y servimos a la sociedad? De esas conversaciones surgieron tres grandes reflexiones que marcarán el rumbo de los Estados en los próximos años: inteligencia artificial, recursos críticos y colaboración social.

1. Inteligencia artificial y transformación digital del Estado

La IA ya no es promesa: es infraestructura del poder público. Según la Ocde, 57% de las aplicaciones de IA gubernamental automatiza servicios, 45% optimiza la toma de decisiones y 30% fortalece la rendición de cuentas.

En América Latina, sin embargo, la adopción avanza lentamente. El GovTech Maturity Index del Banco Mundial y el BID ubica a la región en 0,53, frente al 0,84 del promedio Ocde, lo que evidencia la brecha institucional para incorporar IA en la gestión pública.

Si -siguiendo las experiencias de países europeos- logramos capturar entre 4% y 7% del gasto público en productividad, podríamos liberar miles de millones de dólares anuales para invertir en innovación, talento y mejores servicios al ciudadano. El FMI advierte que la IA transformará cerca de 40% de los empleos a nivel mundial, lo que exige reconfigurar los roles dentro del Estado: menos tareas repetitivas, más análisis, anticipación y supervisión algorítmica.

La verdadera oportunidad no está solo en automatizar, sino en modernizar el Estado: hacerlo más anticipatorio, ético y centrado en las personas, usando la IA como motor de eficiencia, transparencia y valor público.

2. Recursos y minerales críticos: la nueva geopolítica del desarrollo

Los minerales críticos -litio, cobre, níquel y tierras raras- se han convertido en el nuevo eje de la competencia global. La transición energética, la electromovilidad y la economía digital dependen de ellos. Según la Agencia Internacional de Energía, IEA, la demanda mundial de litio se multiplicará por seis hacia 2035 y la de cobre crecerá cerca de un 40%. Esta carrera ya no es solo tecnológica, sino geopolítica: quien controle la cadena del mineral controlará parte del futuro energético.

América Latina tiene una ventaja evidente: concentra cerca de 60% de las reservas globales de litio y una proporción relevante de cobre y níquel. Pero la historia demuestra que la abundancia sin estrategia se convierte en dependencia. El desafío no es extraer más, sino agregar valor: desarrollar industrias locales, fortalecer la innovación y garantizar la sostenibilidad ambiental.

El Banco Mundial estima que, si se gestionan adecuadamente, estos minerales podrían aportar hasta un 10% adicional del PIB en economías andinas hacia 2030. El futuro, entonces, no depende del recurso, sino de la capacidad para anticipar su gobernanza y construir una diplomacia latinoamericana que defienda sus intereses en esta nueva economía de los materiales estratégicos.

3. Colaboración con todos los actores sociales

La Ocde es categórica: el futuro de los gobiernos no puede construirse en soledad. La magnitud de los desafíos -desde la inteligencia artificial hasta el cambio climático- exige una nueva arquitectura de colaboración entre el Estado, el sector privado, la academia y la sociedad civil.

En Europa, los Futures Labs de Finlandia o los Consejos de Prospectiva Nacional en Corea del Sur muestran que las políticas más efectivas nacen del diálogo intersectorial. En América Latina, el BID impulsa espacios similares de anticipación colectiva, aunque aún con poca continuidad.

La cooperación no es solo coordinación: es confianza y corresponsabilidad. Implica compartir datos, construir diagnósticos comunes y pensar más allá de los ciclos electorales. La Cepal advierte que, sin alianzas sostenidas y mecanismos de continuidad institucional, la región seguirá atrapada en la inercia del corto plazo.

El futuro de la gobernanza será colaborativo y plural. Solo con visiones compartidas y una cultura de cooperación genuina podremos construir un desarrollo sostenible e inclusivo.

En la mesa del avión rumbo a Nueva York, mientras escribo estas líneas y preparo mis reflexiones para Café con Futuro (W Radio), reafirmo que las conversaciones sobre el futuro del Gobierno no son un lujo académico, sino una urgencia política inaplazable. América Latina no puede seguir reaccionando: debe anticipar, diseñar y gobernar con propósito.

En un mundo donde la inteligencia artificial redefine la gestión pública, los minerales estratégicos reconfiguran el poder y la colaboración se vuelve un activo político, Colombia y la región no pueden quedarse al margen. Tenemos talento e instituciones; falta voluntad de largo plazo y visión compartida.

Como aquel letrero del distrito 16 recordaba, “los futuros se inventan juntos”. Es hora de que los nuestros sean latinoamericanos, sostenibles y profundamente humanos. Porque el futuro no se espera: se escribe, con visión y decisión colectiva.

París, Octubre 2025

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