La incertidumbre de los entornos económicos, políticos y sociales, sumado a la escasa planificación de largo plazo, han sido elementos constantes en el devenir de los países que, particularmente en Latinoamérica, nos ha pasado factura.
Hospitales en crisis, áreas de UCI siempre al límite, empresas cerrando o despidiendo empleados, indicadores de pobreza al alza, deterioro en los índices de calidad de vida, conflictos sociales, etc., son un reflejo de la situación típica de la región, que el covid-19 ha hecho más evidente.
Latinoamérica viene sufriendo de una carencia estratégica desde hace varias décadas.
El gran economista Igor Ansoff, padre de la Administración Estratégica, señalaba que cada tiempo requiere, a su vez, de una respuesta estratégica específica. La falta de asesoría estratégica profesional y no politizada en los altos niveles del Estado, deriva en decisiones miopes -y en algunos casos irresponsables- que afectan a la población en general y que tienen repercusiones en las políticas públicas.
Los casos de éxito internacionales, nos sugieren que es necesario contar con una institucionalidad específica de asesoría estratégica para los líderes de gobierno. Esta, debe estar directamente relacionada a los altos tomadores de decisiones del Ejecutivo, sea el Presidente y/o Primer Ministro, dependiendo del caso.
En Reino Unido, Francia, Singapur, Finlandia, entre otros, se han propuesto analizar las señales débiles, ‘cisnes negros’ y tendencias internacionales para la construcción de sus políticas. El resultado ha sido que estas naciones ocupan lugares importantes en los índices globales de innovación, competitividad y riesgo político.
Algunos países de la región lo han hecho ligeramente mejor que otros, pero en general todos han demostrado serias carencias tanto de pensamiento estratégico como de ejecución. Para el caso de Colombia, el Departamento Nacional de Planeación (DNP) ha adoptado la recomendación de la Ocde de incluir la Prospectiva y el análisis de futuro en las políticas públicas. Si bien es el camino correcto, tiene que hacerse con mayor rapidez, ambición y cercanía al Presidente. Lejos de todo interés personal político y más aterrizado al contexto y realidad nacional.
Superar el subdesarrollo, demanda la creación de cuerpos de análisis estratégico en el alto gobierno, que permitan asesorar a los mandatarios e impulsar los procesos de anticipación para la toma de decisiones. Dicha institucionalidad de asesoría estratégica - lejana del amiguismo político- se materializaría en mejores recomendaciones de carácter multitemporal de corto, mediano y largo plazo, permitiendo también, una mejor articulación de todo el aparato estatal.
Todo ello, se reflejará en la capacidad de estar mejor preparados ante los cambios globales y de esta manera tomar mejores decisiones inter temporales. Es necesario, entonces, incorporar el pensamiento de largo plazo y la prospectiva en las altas decisiones de gobierno.