Analistas 23/01/2021

La postpandemia se planea

Colombia necesita con urgencia un Plan General de Reconstrucción con plazo mínimo de diez años. ¿Seremos capaces de hacerlo?

Como algún día, o pasará esta pandemia, o nos acostumbraremos a vivir con ella, es bueno estar listos para enfrentar crisis de esta naturaleza. Esta vez nos tomó desprevenidos, pero debemos prepararnos para decirle ¡nunca más! a cualquier germen que se asome a este planeta.

Les va mejor a los ejércitos que mejor se preparan, en cambio tienen segura la derrota y sufren mayores penurias, si la víspera del combate deben correr a conseguir de afán reclutas y a buscar las armas que escondieron en su emergencia anterior. Colombia tiene una respetable tradición planificadora y, aunque comenzó con retraso, la planeación avanza continuamente. Con altibajos, pero avanza.

A mediados del siglo pasado nos entusiasmamos con la planeación. Los estudios de la misión dirigida por el padre Lebret y las propuestas de Lauchlin Currie dieron sus frutos.

El informe Lebret fue a la vez un diagnóstico y una proyección. Nos despertó a mediados del Siglo XX. Currie despejó las telarañas que dominaron el pensamiento económico de esa primera mitad.

¿Qué sigue ahora para la planeación? Durante estos años se institucionalizó, entró a la Constitución, ganó apoyo público prácticamente unánime. Su importancia se volvió indiscutible. Se le dio continuidad, con la aspiración de no someter los planes al vaivén de las vicisitudes políticas, ni amarrarlos al período exiguo de solo un gobierno.

La pandemia revolcó todo y dejó obsoletos muchos proyectos, incluyendo varios en ejecución, que una vez puestos en marcha resulta sumamente costoso detener.

Los cambios son profundos. Los colombianos vivían en un país el día que comenzó su ataque el coronavirus, y se encontrarán en otro diferente cuando se acabe la pandemia, o cuando se reduzca a proporciones más manejables. No somos una excepción, lo mismo le está ocurriendo al resto del mundo.

Nos queda un tiempo mínimo para planificar el nuevo país, y podríamos aprovecharlo para constituir una comisión encargada de prever cómo se debe organizar la Nueva República. Elaborarían, con total independencia y consultando todos los sectores económicos y políticos, un Plan Decenal de Reconstrucción que sirva como un punto de confluencia de todos los matices de opinión.

¿Seremos capaces de trabajar todos con la mirada puesta en el futuro?

Los pesimistas dirán que es imposible. Una utopía. Los escépticos entenderán. Los realistas pensantes asegurarán que es la única manera de sobrevivir en condiciones dignas.

Si no hacemos nuestro mejor esfuerzo los

historiadores de entonces -si acaso quedan algunos historiadores-- recordarán un país que se disolvió en el egoísmo y la indiferencia de su gente…pero tendrán que escribir en las ruinas de lo que pudo ser y no fue.

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