La discusión frente a la vacunación en Colombia bien parece un cuento de nunca acabar. A pesar de haberse hecho un esfuerzo legislativo el año pasado al aprobarse una ley para que la vacunación contra el covid-19 fuera gratuita y universal, y de los esfuerzos del Gobierno Nacional, quien ciertamente ha diseñado un Plan Nacional de Vacunación robusto y con apego científico, desde el sector productivo se percibe lentitud en el proceso de inmunización de los colombianos.
Las cifras respaldan esta noción; mientras que en países como Chile se está vacunando a 1% de la población diaria en Colombia apenas vamos por 0,05% de la misma; si bien se han cumplido con los tiempos de entrega de las vacunas adquiridas por el Estado, la regionalización y vacunación de los colombianos no ha avanzado lo suficiente en las tres semanas que llevamos de ejecución del Plan.
De manera concomitante, los empresarios claman por que les sea permitido realizar ellos mismos la vacunación, adquiriendo en el mercado internacional las vacunas y procediendo a inmunizar a su fuerza laboral para que esta vuelva a reintegrarse al aparato productivo del país. Con una economía tan golpeada como la nuestra, y habida cuenta de que estamos frente a un fenómeno que requiere el esfuerzo conjunto de todos los frentes de la sociedad, la propuesta es todo menos descabellada.
Debe realizarse prontamente su estudio sin sesgos de ningún tipo. En una economía fraterna, la vacunación de la fuerza laboral debería ser una prioridad que asuman los entes privados; el estado ha demostrado un gran compromiso con esta labor, pero siempre será menos eficiente que la labor de la empresa privada. Por otro lado, garantizar la salud de sus trabajadores y la de sus familias debe ser parte de la responsabilidad social de las empresas. La reactivación económica requiere que los privados vuelvan a prender todas las máquinas, empleen la mayor fuerza laboral posible, y se afine el aparato productivo colombiano, y eso solo se puede realizar si alcanzamos la inmunidad de rebaño de la que tanto hemos oído hablar.
Las críticas a esta posición no se han hecho esperar. Hay quienes dicen que por ser las vacunas un bien escaso lo único que esto hará será disparar el precio de las mismas, encareciendo por lo tanto la inoculación de los colombianos; del mismo modo, se ha pretendido acusar sin sustento alguno de oportunistas al sector productivo, es decir, como siempre cogiendo a la empresa de cota de caza.
Lo único cierto es que de momento la prohibición expresa para la adquisición de vacunas por parte de privados impide que estos participen de la dinámica del mercado internacional. Incluso, si el Gobierno no contempla que se haga en este momento, pero si lo ve viable para más adelante, debería fijar una fecha tentativa para que inicie este proceso de inmunización empresarial que les permita a estos actores acudir a un mercado con mejores tiempos, realizar mejores negociaciones, y que le dé tiempo para organizar y planear los protocolos requeridos. Finalmente, siempre será mejor que desde el sector privado se vacune a nuestros colaboradores a que se “cuelen” en la fila pública los funcionarios y “amigólogos” de los mandatarios locales.