En las últimas semanas el buen comedor se ha encontrado con un momento especial en Colombia, lleno de sabores y aromas, algunos amargos, otros ácidos y salados, hasta diría que hemos sentido también umami, aquel sabor sutil pero de regusto prolongado que induce a la salivación, en la mezcla. Pero también ha encontrado muchísimos dulces, que hoy quisiera reconocer y dedicar un tiempo a degustar como es merecido.
Me refiero a la dulzura con la cual en días pasados un grupo de más de 11 cocineros se trasladó a la Plaza de Bolívar a realizar el más delicioso cuchuco para quienes aguantan frío mientras esperan un nuevo acuerdo. Me refiero a la afectuosa celebración que tantos miembros de la industria de alimentos dio al nombramiento de Leonor Espinosa y de su Leo, Cocina y Cava como el mejor restaurante del país de acuerdo a la lista de 50 Best de Latinamerica. Hablo de la apetitosa asistencia de comensales a los diferentes eventos gastronómicos que se están dando en las diferentes regiones en los últimos meses, Alimentarte, Sabor Barranquilla, Pacífico Cocina, entre otros, y como todos estos buenos comedores asisten a gozar y a ayudar. También me engolosino mencionando el trabajo de la Fundación El Cielo y de la Escuela Taller de Bogotá introduciendo al mundo de la cocina a jóvenes desmovilizados que regresan a la sociedad civil. Estos son algunos ejemplos que tantos actores de la industria han desarrollado en pro de una paz sostenible, que inicia en nuestras cocinas.
Las mejores recetas tienen una mezcla de sabores y texturas que hacen que el plato sea complejo, interesante y al mismo tiempo balanceado, algunos de los sabores más sorprendentes que he probado, son aquellos que se logran a fuego lento y con la esmerada atención de quienes están frente al fogón. Esa es la confección a la que muchos colombianos le estamos apostando. Hoy, me enfoco en el exquisito gusto que nuestra industria está aportando a favor de la paz; acciones de las cuales me siento orgullosa como participante y como buena comedora.