Una propuesta cafetera
El sector agrícola debe ser uno de los grandes protagonistas de la recuperación económica en Colombia. El café en Colombia sigue siendo el primer renglón agrícola del país determinando su importancia por (i) ocupar el mayor número de hectáreas cultivadas, con más de 840.000, (ii) ser el primer producto no minero energético de la economía, (iii) contar con la posición más relevante en las exportaciones y sobre todo, (iv) producir un profundo impacto social por contar con más de 540.000 familias cafeteras y generar alrededor de 2,5 millones de empleos directos e indirectos.
La Federación Nacional de Cafeteros se acerca a su primer centenario y es más que una empresa de los cafeteros, es la marca país, la única marca que nos ayuda a todos los colombianos a borrar el estigma construido por el narcotráfico y alimentado por las infames series que magnifican nuestra tragedia.
Es preciso que esta empresa colombiana, con tan hondo calado en la sociedad, se prepare para un nuevo ciclo, y es nuestra responsabilidad traer a ella elementos del gobierno corporativo que permitan ponerla a tono con la nueva realidad mundial.
Es imposible olvidar que el elemento más importante de esta cadena de comercio es el agricultor cafetero, que está en 22 departamentos de Colombia y con su trabajo construye todos los días el desarrollo del país cafetero, convirtiendo este cultivo en la opción más apropiada para sustitución de cultivos ilícitos y la formalización de la tierra rural… el café es la verdadera antítesis de la coca.
El plan de ruta de la FNC es ya una realidad, sus componentes social, económico y ambiental tienen y deben tener siempre en el centro al cafetero como corazón del sistema. Para esto, el próximo gobierno corporativo debe fincar sus esfuerzos en tres ejes fundamentales que permitan obtener los resultados que el país y los cafeteros esperan.
El primero es el robustecimiento del cooperativismo y la asociatividad que permitan el adecuado funcionamiento de la Garantía de Compra como elemento fundamental de la misión empresarial de la FNC, siendo esta la ventaja competitiva del sector, no solo para asegurar la compra sino también para actuar como catalizador en un mundo de libre mercado.
El segundo eje tiene que ver con las herramientas financieras que permitan seguir creciendo tanto en área como en productividad, lo cual solo podrá lograrse con efectivos instrumentos de fomento. Así, el Incentivo a la Capitalización Rural se erige como un importante acelerador del sector que hoy cuenta con la coincidencia de tener como Ministro de Hacienda al creador del mecanismo, prueba de su importancia es que en 2019 casi llegamos a los 15 millones de sacos y este elemento jugó un papel fundamental.
En el mismo sentido, siendo la juventud del cafetal un factor determinante en la productividad y que impone un importante esfuerzo financiero a las familias cafeteras, es necesario construir líneas de crédito de tasa compensada que apoyen el esfuerzo de las familias y permitan una renovación no inferior a 20% del parque cafetero.
Sin embargo, la sola existencia de estas herramientas financieras no hacen posible el acceso de las familias cafeteras a las mismas, es por esto necesario acompañar al Gobierno Nacional en su objetivo consistente en la formalización de 3,9 millones de hectáreas, lo que permitirá que los nuevos propietarios tengan acceso a crédito, incluso educativos, e ingresen a la economía formal.
Lo anterior, en consonancia con el PND, permitirá mejorar los indicadores de formalización de pequeña y mediana propiedad que según la Upra está en 52% de informalidad, indicador superior para el caso de nuestra caficultura.
Finalmente, el tercer eje debe estar en la infraestructura como motor de la prosperidad del negocio y el bienestar de los productores. Así, para alcanzar la meta de 88.000 kilómetros de vías terciarias, el Gobierno tiene en los 15 comités cafeteros a su mejor aliado, no solo por la pertinencia y el conocimiento, sino por la eficacia probada históricamente por el gremio en esta materia.
Este tercer eje comprende también la infraestructura industrial, tecnológica y la innovación que exige el mercado mundial del café para apoyar el comercio exterior de cada región cafetera. Así, la denominación de origen como narrativa comercial y el blockchain como herramienta pueden rectificar los desequilibrios en la cadena de suministro del café a través de la total transparencia y trazabilidad.
Esto trae como resultado mayor igualdad y equidad para los productores, así como una industria del café más equilibrada y sostenible que funciona mejor para todos los involucrados. Es el momento de una propuesta cafetera que nos invite al futuro de la caficultura colombiana.