El máximo organismo de planeación del país y principal asesor del gobierno nacional en temas de desarrollo económico y social es el Consejo Nacional de Política Económica y Social, Conpes, creado por la Ley 19 de 1958 con la función de coordinar y orientar a las entidades a cargo de la dirección económica y social. Lo dirige el presidente de la República e integra permanentemente el gabinete en pleno, con la secretaría del Departamento Nacional de Planeación; por eso prepara documentos sobre las políticas en diversos temas de gestión pública.

De ahí los documentos Conpes fijan las hojas de ruta que complementan el Plan Nacional de Desarrollo de cada gobierno, que inclusive trascienden los períodos presidenciales, donde pese al fundamento y rigor técnico propio de su redacción, definitivamente del dicho al hecho hay mucho trecho y el papel lo puede con todo, como rezan los sabios refranes populares; sus elocuentes diagnósticos y dialéctica especializada de acciones que supuestamente responden a tratar bien los problemas, frente a los hechos, terminan en pura demagogia y retórica.

Así lo demuestran los documentos Conpes que recientemente trabajaron el tema de política industrial: el emblemático Conpes 3866 del 8 de agosto de 2016, Política Nacional de Desarrollo Productivo, del gobierno Santos; el Conpes 3934, Política de crecimiento verde; el Conpes 3982, sobre Logística; el Conpes 4011, de Emprendimiento; el Conpes 4023, Política para la reactivación, la repotenciación y el crecimiento sostenible e incluyente; el Conpes 4069 de 2021, Política de Ciencia, Tecnología e Innovación; el Conpes 4085 de 2022, Política de internacionalización para el desarrollo productivo regional, y hace poco el Conpes 4129 de diciembre de 2023, Política Nacional de Reindustrialización.

Donde el análisis pormenorizado sobre su desarrollo y las medidas que contienen es un ejercicio pendiente por hacer, que bien debiera ser foco de atención de centros de pensamiento con interés en el tema, así como de unidades de investigación de la academia vinculadas con este asunto desde sus facultades y programas de estudio, junto a las entidades de control del Estado respecto del adecuado uso de los recursos públicos; sin embargo su debida implementación y despliegue se ha quedado más en izada de bandera y canto al himno nacional.

La pregunta es si realmente Colombia alguna vez a tenido una industria fuerte, porque se nota que es básica e incipiente de cara a la realidad que indica que nuestra manufactura se dedica principalmente a producir bienes de consumo. Nunca en la historia del país ha existido un sector manufacturero con alto valor agregado y menos que le aporte al desarrollo sustantivo de la innovación científica y tecnológica. En el mejor de los casos llegamos a ser maquiladores automotrices, sector que por repartir mal prebendas se ha desaprovechado para integrar nuevos eslabones productivos y jalonar la pyme.

El próximo artículo dará cuenta de lo expuesto, en especial lo dicho en los Conpes 3866, 4085 y 4129 antes descritos, que ciertamente están bien estructurados al definir fines, que a la postre, resultan imposibles de alcanzar por sí mismos.