Analistas 13/11/2021

Blackout: apagón capitalista

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Desfasados, seguimos ignorando los límites del crecimiento poblacional y la finitud de los recursos naturales, además de las fallas del modelo económico que predomina saboteando la innovación tecnológica y social.

La pandemia desencadenó un intempestivo desabastecimiento de chips, que tardará en compensarse. A la Ley de Moore, según la cual la eficiencia electrónica se duplicaba cada dos años, le faltó restar las ineficiencias impuestas por ese oligopolio, y la guerra fría. También la contaminación e ineficiencia eléctrica, y nuestra insaciable necesidad de duplicar la producción de esos dispositivos desechables, obsoletos o no reparables.

Además del apagón de las fábricas de bienes no esenciales, impuesto por los confinamientos, empiezan a escucharse amenazas de racionamientos a escala global. En Austria, por ejemplo, el Gobierno advirtió que es “un riesgo real, pero subestimado”, y “la cuestión no es si sucederá, sino cuándo”; sea o no sea el Horizonte 2025, convengamos que la modernidad carece de Plan B, pues todos los huevos están puestos en la misma canasta, eléctrica y electrónica.

Fuera de nuestro control, el impacto geomagnético de las tormentas solares latentes haría colapsar las redes de energía y comunicaciones. Fallas técnicas y sobrecargas en la demanda son otros factores de riesgo, a los que se suman los ataques cibernéticos hacia la infraestructura crítica, según demostró lo sucedido a Colonial Pipeline en EE.UU.

Fallido, el mercado refleja persistentes incrementos en los precios de la energía. A escala global, las grandes petroleras sabotearán la sustitución; en Colombia, 89% de la energía consumida depende de Ecopetrol, la caja menor del Gobierno, la insuficiente generación «limpia» y la ineficiente distribución eléctrica.

Todo lo antedicho me recuerda a Tesla, quien proyectó los inventos que dieron forma al estilo de vida moderno, tras vencer parcialmente a Edison en la Guerra de las Corrientes, pues el capitalismo lo absorbió, y perder de manera relativa contra Marconi en la Carrera por las Telecomunicaciones, pues el italiano se aprovechó de sus patentes.

Su visión era suministrar energía limpia, ilimitada e inalámbrica, de manera gratuita. Una matriz autosustentable habría sido realidad, construyendo un circuito tierra-ionósfera, pero las inversiones fueron negadas por los capitalistas, quienes permanecen “consumidos por el interés propio” y eligen proteger sus rentables modelos de negocio, a costa del genuino progreso de la humanidad, expresado mediante la equidad y la sostenibilidad.

Aunque habría podido dedicarse a disfrutar de sus riquezas, y «dejarse llevar por esa corriente», prefirió renunciar a la mayoría de las regalías a las cuales pudo tener derecho, y dedicó casi todos sus recursos a incubar innovaciones o acelerar emprendimientos, para beneficiar al ciudadano «corriente».

Sus ideas las mató el capitalismo; además, en bancarrota, falleció tras padecer la ruindad de Edison y Morgan. Paradójicamente, su filosofía fue corrompida por Tesla: el emporio que convirtió en lujos a los autos eléctricos y el circuito Tierra-Cielo, cuya capitalización de mercado contribuyó a infravalorar las corporaciones energéticas. Además, Elon Musk, su fundador, decide si pagar impuestos vendiendo acciones, tras improvisar encuestas (no profesionales) entre sus seguidores en redes sociales.

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