Las desafortunadas declaraciones de quienes ostentan poder público, como Claudia López, afianzan la incultura ciudadana. Considere la ‘Primera Línea’, seguidora de Petro.
La comparación del empresariado antioqueño con la mafia dejó en evidencia, nuevamente, la destructiva creencia de que la mejor defensa es otro ataque. Por eso no superamos los prejuicios, ni satisfacemos la necesidad de construir alguna verdad (o visión) compartida; tampoco atendemos la urgente reparación social, ni garantizamos la no repetición.
Para sobrevivir, las víctimas deben convertirse en victimarios; el pez grande se come al chico, el vivo vive del bobo y ladrón que roba a ladrón, tiene 100 años de perdón. Esa narrativa la aprendemos en nuestros centros residenciales, educativos o laborales, donde el matoneo es norma.
Por costumbre, no pausamos el monólogo ni entendemos al interlocutor. Además, eludimos responsabilidad de lo que proferimos; desconocemos los asuntos de fondo, ignoramos cómo elaborar argumentos o elegimos el atajo de los ataques. Entonces, aislando las malas intenciones y reacciones brutales, aprovechemos las palabras -presunta señal de civilización-, para dotar de significado al alcalde de la “narcocultura chibchombiana”.
Estado Fallido, la narcopolítica, la parapolítica y el ‘Cartel de la Toga’ demostraron que las ramas del poder constituyen mafias; quienes aspiran a progresar besan el anillo de El Padrino, y los bandos improvisan alianzas contra cualquier amenaza común.
Abogado del diablo, el presidente contragolpeó acusando que el “matoneo a los empresarios era propio de los métodos fracasados del socialismo, y rechazaba su estigmatización, las expropiaciones y los odios de clases”. Paradójicamente, el capitalismo salvaje implica matoneo entre empresas -incluyendo esta OPA hostil-, y de éstas hacia los clientes y estados.
Niega el acoso estatal contra los pobres, privados de sus derechos fundamentales, y la vulnerable clase media, maltratada por empresas todopoderosas -aunque en bancarrota moral-, caso Avianca, que salo atienden a influenciadores como la vice o el patrono Mario Hernández, tras formular PQRs que fomentan el matoneo o dan el mitin vía Twitter.
No diferencio entre tráfico de drogas y comercialización de alimentos adictivos-nocivos (p.ej. marcas Nutresa); además, los primeros enganchan clientes regalando dosis, y los segundos muestras gratis o promociones. Tampoco distingo entre repartición de territorios apropiados por mafiosos, y cartelización empresarial -por la que han sancionado a Argos-; unos dealers circulan estupefacientes, y otros acciones, precios o cuotas.
Dejen de maquillar las etiquetas para aparentar legitimidad o moralidad. Verbigracia, la legalización del cannabis medicinal significa costo de oportunidad; la desregulación e híperinflación de los alimentos y la vivienda destruyó capital social, y la escasa cobertura laboral y de educación superior pública, afianzó a la mafia de la informalidad.
Sura, Bancolombia y Protección son otros tiranos en ese integrado oligopolio. Así, tal como en los carteles, en el capitalismo financiero y tecnológico 99% de la riqueza pertenece a 1% de la población: capos y outsiders neoliberales.