Si Petro representara al cambio o a «las nadie», conspirando por un Nuevo Pacto Financiero Global, no habría citado a esa cumbre en el Distrito Turístico tradicional, sino en La Guajira, el Chocó, el Amazonas o Cartagena [del Chairá].
Blablablá; su gestión es nula o negativa, y ninguna de las enmiendas que ha emprendido resolverá tanta inecuación. Contradictorio, aunque su verdadera obsesión sea mitigar el cambio climático, la huella de carbono que deja su agencia de viajes no lo sonroja; y Él, tras volver de la selva, se olvidó de las crisis sociales.
Al respecto, Open Society Foundations publicó un informe sobre el “fracaso del sistema” y la erosión del bienestar, pues los impagos son recurrentes y refuerzan un ciclo viciado por la miseria estructural (The Human Costs of a Failing Global Debt System, 2023). Las deudas nunca prescriben -sólo se renuevan-, y los países que necesitan recursos externos -porque sus bancos centrales no ofrecen soluciones-, son excluidos, discriminados o condicionados por la imposición de mayores costos del dinero.
El fenómeno es insostenible, y registra récords de naciones en [riesgo de] incumplimiento. Las causas y consecuencias se agravan de manera sistemática, y quienes aportan los platos rotos son “las poblaciones vulnerables, como los niños, ancianos y pobres”, porque hay decrecimiento productivo o los beneficios no son orgánicos: no se democratiza el empleo de calidad y tampoco se redistribuye el ingreso.
Entretanto, el Banco Mundial manifestó que se están “desperdiciando” los subsidios, y la ONU descalificó al sistema financiero como “anacrónico, disfuncional e injusto”, porque la ambición de las potencias, los entes multilaterales y los oligopolios multinacionales, es tan asfixiante como la deuda que ancla al subdesarrollo a las mayorías.
Con todo, las iniciativas reformistas están condenadas al fracaso porque el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional apenas aceptarán atenuar o suspender algunas hostilidades, pero seguirán luchando por sobrevivir para torturar o extinguir a la humanidad.
Sin voluntad para ofrecer verdad, justicia, reparación y no repetición, nadie acepta condonar la deuda, para compensar los daños acumulados, y menos eliminar ese inmoral, irracional y ficticio modelo de «emisión» de dinero. Así, al final, todos los Estados terminan mutilando las metas e inversiones comprometidas por la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, aunque desde su origen eran tan mediocres y exiguas, como las del rimbombante Acuerdo de París o el ignorante Plan Marshall de Claudia López.
Hace 15 años, con el oportunismo de la Gran Depresión, un expresidente francés, Sarközy, exigía decretar la caducidad del libertario «laissez-faire», y “refundar el capitalismo”. Ahora, el banquero Macron desafía las disposiciones gestadas en Bretton-Woods, presuntamente para garantizar la gobernabilidad global, y el Consenso de Washington mediante el cual los ortodoxos enterraron a la ciudadanía, sometiendo a los sobrevivientes a la tiranía del mercado.
La crisis es sistémica, micro y macro.