El neoliberalismo hizo competir a la dignidad contra la solidaridad; las despreció y desvalorizó. Contraría que se venda como progreso la presunta esperanza de vida, cuando 59% de los colombianos sobrevive en la pobreza; entretanto, los demás acaparan o malgastan recursos vitales, como el agua, aunque pagan esa «renta» con “sudor y lágrimas” (The Age of Bronze, Byron).
Confundiendo donación con bancarización, el mercado sanguíneo supera los US$50 billones (sin contar la contribución de las armas): renovable, ese líquido transmutó en commodity, siendo EE. UU. el mayor exportador. En Colombia transan sus componentes con alimentos ultra procesados; pese a la #LeyComidaChatarra, esas corporaciones que causan problemas de salud pública seguirán percibiendo beneficios publicitarios y tributarios, por semejante responsabilidad social.
Absurdo, las oenegés son tan lucrativas como las empresas de la economía «sharing» (colaborativa, compartida o de intercambio), que también generan incontables externalidades negativas, porque su demandante «reciprocidad» ha sido excusa y sustento para el acumulativo egoísmo. Ese condicionamiento lo superaron Creative Commons y Wikipedia, socializando recursos gratuitos.
La concentración de la propiedad y la malversación de los recursos ociosos se originan por la arbitrariedad de la valoración. No renovable, el tiempo de los desempleados y subempleados es oro, y el Estado debería garantizar su aprovechamiento a través de un Banco de Disponibilidad, destinado a promover servicios a ciudadanos y causas sociales. Podría implementar esta iniciativa mediante las Cajas de Compensación -que tal como la SuperSolidaria tampoco aplican ese presupuesto principio de ‘Cadena de Favores’-, permitiendo legitimar la universalización del ingreso básico.
Además de aprender sobre respiración consciente, para sanar el estrés, resulta imperativo intervenir el mercado global del oxígeno, catalogado por la OMS como medicamento, pues 3 multinacionales concentran el pareto del suministro (Air Liquide, Linde y Air Products), del cual sólo 10% es medicinal, aunque la demanda crece por causa de la pandemia y la contaminación.
Los Bancos de Alimentos también deben reestructurarse. En 2020, acaso ayudaron a reducir el aberrante desperdicio hasta 10’ de toneladas, que habrían podido abastecer diariamente al 28% de colombianos que pasaron hambre.
Reitero a la Alcaldía @Bogota la idea de regalar bicicletas-triciclos de tracción humana: además de desincentivar los robos, promover la salud y cuidar al medio ambiente, revolucionaría el modo de transporte, aquejado por la inminente quiebra o el inefectivo costo-beneficio del SITP, Transmilenio y Metro, tras proyectar la impronta de la pandemia.
Termino objetando ‘Donaciones de Sangre’, alianza del Instituto Nacional de Salud con Facebook: explotador de datos. En cualquier caso, tenga en cuenta que no podemos fabricar sangre, y su aporte puede salvar 3 vidas; reintegre las balas de oxígeno que tenga, porque su escasez está disparada, y sea parte del cambio de conciencia económica, reivindicando la equidad y sostenibilidad, pues sólo la pobreza oculta explica que la ciudad no esté tapizada con trapos rojos, mientras que nuestras acciones munificentes, altruistas o de gracias, son oportunistas, discontinuas y efímeras.