Analistas 15/07/2023

El problema son los tipos

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

La presidente del Banco Central Europeo es la clase de mujer capaz de dar el tipo al establecimiento, acatando sus objetivos e imitando sus comportamientos, para eludir -no quebrar- el techo de cristal.

Su foro sobre banca central, en Sintra (6/2023), despreció a los «sintra-bajo» y sin poder adquisitivo, mientras la codiciosa inflación y la incoherencia de los tipos de cambio, interés y tributario asfixian a la sociedad, que sigue sometida a la supremacía financiera, donde la disparidad es total y la prosperidad pertenece a los privilegiados o especuladores.

Las instituciones están sesgadas, actúan desorientadas o perdieron el control; de hecho, están dispuestas a inducir otra recesión, antes que tolerar intervenciones y reformas estructurales, de tipo socialdemócrata. Además, siguen imponiendo medidas anacrónicas, descontextualizadas o correctivas, cuya descoordinación termina rematando a la economía real.

Pasando de su presunta independencia hacia la de la justicia, la Corte Suprema estadounidense parece un ajedrez mal diseñado. Su conservadora composición -4 blancos y 1 negro, además de 3 blancas y 1 negra-, aclara porqué falló contra las acciones afirmativas que promueven o encubren los programas de admisión universitaria.

Celebro esa decisión, que debe extrapolarse al ámbito laboral, porque las cuotas no resuelven los vicios de fondo, como el clientelismo, y tampoco gestan un genuino cambio de paradigma. Tal como justificar la guerra para lograr la paz, es abyecto apelar a la discriminación positiva como paliativo para la escasa diversidad, equidad e inclusión (DE&I).

La vinculación forzosa de los segmentos subrepresentados es condescendiente, y subordina esa causa a la conveniente reputación organizacional. Para no seguir degenerando las buenas intenciones, verifiquen la vocación y el propósito de las personas que persiguen una carrera, pues la mayoría emprende sus búsquedas por las razones equivocadas.

Afiancen la educación continua en autoconocimiento y DE&I, pues incluso la selección ciega parece una renuncia a dar la cara. Finalmente, las pruebas estandarizadas de personalidad han sido penalizadas como herramienta de selección, desde la década pasada en EE. UU., porque esos tipos también introducen sesgos.

Haciendo gala de oportunismo electoral, Biden propone diseñar un índice de “adversidad” para reivindicar el mérito de los aspirantes que superan desventajas socioeconómicas. A largo plazo, eso equivale a normalizar las crisis sistémicas, o justificar las recurrentes violaciones constitucionales, ante las mayoritarias minorías que permanecen secuestradas.

Debería comprometerse garantizar el acceso a la universidad y la renta básica universal, además de eliminar la discriminatoria inequidad entre sectores y niveles jerárquicos, estableciendo un salario máximo como sugería la iniciativa de referendo 1:12 en Suiza (2013).

Corolario, el nuevo Súper Ministerio de la Igualdad y la Equidad no incluyó una rama para los “ninis”, los “viejos” y la “vulnerable” clase media. Mal enfocado, debería ser la base del cambio, diseñando refuerzos positivos y sostenibles (“nudges”, según un Premio Nobel de Economía).

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