Analistas 06/09/2023

¿El trabajo te libera?

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Expresada como afirmación, esa frase adornaba la entrada del campo de concentración Auschwitz (Arbeit Macht Frei, encyclopedia.ushmm.org). Ahora, la hostilidad laboral usa etiquetas como “rude hiring”.

Según Mac Master, es “injusto quitarle al empresario el mérito de crear empleo, al tildarlo de explotador y esclavista”. Sin embargo, de acuerdo con la Ocde, Colombia lidera el escalafón de precariedad jornada-salario; incluso, hemos normalizado la diversificación del ingrato trabajo forzoso.

Sala de estar. Ansiosa, la familia espera alguna notificación sobre el proceso de selección. Resignada, entiende que nunca la contactarán, y esa inequívoca -pero despreciable- señal significa que desperdiciaron recursos en la acreditación de un ser querido. Tras lanzar los dados, varias veces, su coste de oportunidad es el rebusque, mediante la economía compartida, para lo cual no requería estudiar.

Cama. Postrada, una persona padece la enfermedad crónica del retrabajo en casa; su empresa no encontró cura, pese a convocar reuniones simultáneas e invertir en sofisticadas tecnologías, y los cuidados paliativos de su jefe, transando días compensatorios, no mitigaron el malestar; aquejando «burnout», debido a los errores y pendientes acumulados, ruega que alguien se apiade y honre su Declaración de Voluntad Anticipada: la Desconexión Laboral.

Escritorio. Hipnotizado por la pantalla, un individuo confunde el escritorio con un comedor. Su compañero, quien está en aparente estado vegetativo, sufre de inanición o desactiva su aparato locomotor, y delega su aprovisionamiento a un domiciliario. Además de la mala nutrición, deberá digerir su tóxica circunstancia.

Cubículo. Como si estuviera atendiendo una guardería, los dispositivos aúllan anunciando que su jefe o sus clientes tienen necesidades insatisfechas, y las quejas, las excusas o los reproches de sus compañeros tampoco se acallan. Desesperada, se escapa o esconde en el baño, acompañada por sus atribulados pensamientos o algún interlocutor virtual, ante el cual se desahoga.

EE.UU. celebró su Día del Trabajo, tras disimular la emergencia del “desempleo voluntario”, que estuvo subsidiado durante la pandemia. Los prolongados desplazamientos y los trastornos laborales imponían costos que no pudieron subsanar los minimizados salarios; así, en lugar de menoscabar su dignidad y robar a la productividad, la mayoría prefirió declararse cesante.

Liquidadas tantas actividades primitivas, o no esenciales, muchos descansaron por primera vez; otros se regalaron tiempo para confrontar su inconformidad ocupacional, y los demás siguen evadiendo el liderazgo de su carrera, además de la responsabilidad social que adulteran tomando decisiones que no contribuyen a corregir las fallas del mercado laboral.

Insatisfechos, casi todos quisieran cambiar de trabajo o tener otra profesión, según “The Most Regretted and Most Loved College Majors” (ziprecruiter.com, 3/11/2022). Pero casi nadie puede “tirar la toalla”, porque es Cabeza de Hogar o está en ese rango etario donde el despido o la renuncia equivalen a genocidio o suicidio laboral, respectivamente.

Aquello que los apasionaba o los ilusionaba, no resultó ser tan honorable, interesante o glamuroso. Por eso, ningún pago parece ser suficiente.

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