Cada inicio de año invita a tener buena energía; sin embargo, afrontamos la crisis del cambio (climático) ignorando el problema sin impulsar una genuina transformación (energética). Camino a la extinción, como consecuencia de las leyes de la termodinámica, seguimos siendo una civilización “nula” según la Escala de Kardashev, que mide la evolución tecnológica.
En cualquier adicción o relación tóxica, hay autodestrucción, dependencia y reiteradas promesas fallidas. Como “la energía es la única moneda de cambio universal” (Energía y Civilización, 2021), el acaparamiento, la seguridad o la soberanía de las fuentes disponibles siempre ha sido una excusa para emprender guerras, y la escasez que se avizora en el suministro, desde diferentes dioptrías, también determina el tire y afloje entre el mercado y la disrupción tecnológica.
El motor de la Revolución Industrial fue el carbón y, tras publicar los Límites del Crecimiento (1972), las Crisis del Petróleo coincidieron con la imposición del Neoliberalismo. El Súper Ciclo de los Commmodities, durante La Gran Recesión, inyectó la cuota inicial a costosos proyectos de energías no convencionales, pero la Nueva Normalidad demostró la fragilidad de esas iniciativas: tal como las promesas de año nuevo.
Por eso seguimos padeciendo Trastornos Energéticos y Económicos. Paradójicamente, Rusia demostró que permanecía vigente la obsoleta estrategia de chantaje que ejecutó la Opep en los años 1970; revivió al carbón y, de manera indirecta, quizás también haya presionado al pago de la cuota final para modernizar -no transformar- el sistema energético, que no será tan limpio y democrático como anuncian, pues las hidroeléctricas, los paneles solares y las turbinas eólicas contaminan, y dependen de las industrias extractivas o los oligopolios que supuestamente combaten.
Entonces, el verdadero objetivo es la “neutralidad” climática: greenwashing o “pecar y rezar para empatar”. A corto plazo, hay consenso en subsidiar el costo de la gasolina. En EE. UU. la Ley de Reducción de la Inflación se denominó IRA; en Colombia, país que no es socio relevante para aquel “padrino” ni para la mafia de la Opep, desde el gobierno Uribe hay un “barril sin fondo” (Fepc), cuyo hueco fiscal se profundiza para paliar la inconciencia o falta de autorregulación de sus consumidores.
A mediano plazo, los proyectos alternativos de Ecopetrol fracasaron o fueron corruptos. El tal paro sí existe, y la extorsión de los taxistas y los camioneros seguirá saboteando cualquier corrección de precios o tecnologías, porque más vale subsidiar a la gasolina que invertir en mejorar la educación.
Finalmente, los presuntos centros de pensamiento, que son fachadas del establecimiento, sugieren que Colombia es potencia en energías limpias, porque maquillan las estadísticas ocultando que el transporte absorbe 80% de la energía total, esencialmente derivada del petróleo, y la electricidad sólo es residual. Además de confundir Matriz Energética con Matriz Eléctrica, Fedesarrollo señaló que la “transición energética a 2030 haría decrecer el PIB” (LaRepublica.co, 6/10/2022).
Hablar de innovación usando el anacrónico producto interno “bruto”, es un contrasentido. Y siguen ignorando a la Fusión Nuclear, pese a los avances recientes para producir energía casi infinita, barata y limpia, emulando al Sol en la Tierra. Quizás sea muy tarde para cuando decidamos intentarlo.