Analistas 07/06/2022

Era la economía, Duque

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Duque, el cliché electoral “Es la Economía, Estúpido”, me recuerda que te vistieron con “El Traje Nuevo del Emperador”, y te irás como “El Rey Desnudo”: aquel cuento cuya moraleja aplica a los colombianos, pues no aprendemos las lecciones electorales y estamos condenamos a repetir la historia.

Un vanidoso escuchó que podían fabricarle una banda presidencial, ostentosa y conspicua; sus creadores anunciaron que le otorgaría el súper poder de detectar *Estúpidos*, porque no reconocerían que la tuviese puesta. Perogrullo, dicho material no existe o no ha sido descubierto; sin embargo, esos empresarios estafaron a su cliente, a quien le pedían cada vez más recursos para terminar el entregable prometido, que finalmente parecería un *Elefante Blanco* (breve digresión, le invito a consultar la Parábola de los Ciegos y el Elefante).

Antes de recibir el producto, temiendo no ser capaz de verlo, envió a sus hombres de confianza a verificar su calidad; por supuesto, como no querían que fuera comprobada su incompetencia, se dedicaron a inventar atributos para exaltar, públicamente, el carácter extraordinario de aquella prenda.

Sus seguidores asumieron complicidad en tan absurda mentira, hasta que, creyendo estar vestido de gala, con soberbia juró ante la BBC que lo reelegirían. Sin embargo, ignoraba estar desnudo, y, como siempre, hizo el ridículo; finalmente, no pudo entregar el testigo a su advenedizo, Fico, e intentará conformarse con Rodolfo.

Como en la política abundan la mala imitación y el plagio descarado, diré que, según los historiadores, esa obra está basada en las moralizantes anécdotas de El Conde Lucanor, *Manual* donde hay un relato que ilustra la polarización colombiana, pues hay mucho que conviene hacer, pero hay miedo porque, “con toda la razón”, al menos la mitad de los grupos de interés reprochará cualquier intervención y desenlace.

“Sé que hay otros que os podrían aconsejar mejor que yo, y que mi consejo os hace poca falta porque Dios os dio muy buen entendimiento”; pero los invito a leer el referido cuento, “Dos en un Burro”. Aplicado a las elecciones, “ruego que me digas qué debemos hacer ahora, pues ya lo hemos probado todo y cada vez nos han dicho que nos equivocábamos”, aunque siguiéramos “tan solo el consejo de quien parece sabio, leal y discreto”.

Esto último conecta perfectamente con el texto que perfiló el inicio de esta columna, sobre el destructivo poder de las mayorías que moldean nuestra decisión. Compatriotas: no tengan miedo a cuestionar aquello que aparentemente es obvio, y tampoco a enfrentar el qué dirán, pues “no tiene por qué ser verdad lo que todo los demás piensan que es verdad”.

Dejen de imponerse el Voto Útil, según dictan las sesgadas maquinarias, encuestas y redes sociales, y sean conscientes de la influencia de esos Grupos de Presión que siempre han sido parte del problema, pero nunca de la solución. Por mi parte, reconozco mi ingenuo pecado: Idealicé la democracia; pensé que los ungidos serían socialdemócratas, y, como reza el poema de Yeats, Telas del Cielo, con humildad tenderían a nuestros pies sus finas prendas.

Pero han pisoteado nuestros sueños, y ahora desconfío de las mayorías.

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