En 1997, el Ig Nobel de Economía reconoció a los creadores del Tamagotchi: visionarios de la realidad millenial, establecieron la génesis de nuestra especie como mascota virtual.
El aparato original tenía forma de huevo; ahora, existen aplicaciones para criar en los smartphones, donde, pese a la evolución de las pantallas, permiten visualizar las imágenes de manera pixelada, y en formato monocromático, como antaño. A propósito, la etimología de Tamagotchi integra las palabras «huevo» y «reloj»; esto último lo relaciono con las líneas de tiempo de las redes sociales, y la forma como las apps marcan las pautas en nuestras vidas, mediante alarmas o recomendaciones para sobrevivir: comida, entretenimiento y descanso.
Muchos controvierten si el uso de los smartphones nos está haciendo menos inteligentes (smart). El mismo debate se gesta a propósito del bienestar, desde que Apple designó App of the Year 2017 a *Calm*, una de las pioneras en transmutar al plano digital las guías de mindfulness, aquella rutina derivada del budismo que se centra en estar presente, para aprovechar o disfrutar el momento.
El Gran Confinamiento afianzó su posicionamiento, al demostrar que la soledad, la ansiedad y la depresión, estaban de moda. Negocio redondo, las mascotas y las meditaciones virtuales ganaron popularidad, a diferencia de las reformas que realmente urge la humanidad, o aquellas Pausas Activas que tienen fama de ser cansonas y sabotear la jornada: intrascendentes, acaso actúan como parches para grietas que se profundizan y prolongan, debido a esos Caballos de Troya que bautizaron como laptops y smartphones.
Parece prohibido desconectarse de esos mundanos «aparatos», cuyo ruido cotidiano inhibiría, incluso en los monjes zen, la manifestación del *satori*: aquel estado de conciencia que ilumina, y permite comprender que estamos perdidos o condicionados entre ilusiones sobrevaloradas, como el dinero.
Prometiendo satisfacción o indulgencia, las lisérgicas app fusionaron el suministro de comidas rápidas y el conteo de pasos para quemar calorías; también engordaron nuestras apretadas agendas con tips o sesiones de relajación express, donde usan la conformidad para soltar el control. Al final, todo se trata de chatarra, trucos incompletos o atajos contraproducentes, según The Buddha Pill (2015).
Proyectando avatares, el Metaverso eclosiona para revolucionar las interacciones con la realidad aumentada, conciliando entornos donde virtualmente se podría “estar presente” con otras personas, en múltiples lugares y al mismo tiempo. Esta es la génesis de la nueva presencialidad en las reuniones laborales, de entretenimiento y de mercadeo.
Falacias, círculos viciosos o regresiones infinitas, según la ciencia primero fue el huevo. En este caso, el Tamagotchi. Entretanto, nos acostumbramos a ser tratados como gallinas, desnaturalizados por parte de la tecnología y la economía, que inyectan estímulos a la reproducción e incubación de datos.
El futuro será transhumanista. Desaparecerán los cuidados programados por el Tamagotchi, tal como se extinguió con el Estado de Bienestar, aunque seguiremos operando como entrenadores y mascotas, cual Pokémon; a lo sumo, la ficción del multiverso constituirá el galpón moderno, casi 30 años después del huevo.