Analistas 19/07/2023

Petro, en modo avión

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Esto no es un cumplido. Está dirigido al incumplido que ni siquiera ha cumplido un año de posesión, aunque ya demostró ser fallido. No sólo traicionó las promesas hechas durante la campaña, sino que las recientes, como la de recibir desde San Andrés una decisión trascendental para nuestra soberanía, fueron deshonradas.

Petro es otra isla de Colombia. Es el colmo que su única aspiración haya sido desbancar al que era el peor presidente de la historia: su antecesor. A aquel lo salvó la inconsecuencia de quienes destruyeron bienes públicos, y se dispersaron para festejar diciembre; suertudo, también se le apareció el Gran Confinamiento.

Después de recitar la Constitución, dando la impresión de no ignorarla, Petro la interpretó a su antojo -tal como hacen los jueces cuando liberan malandros-, y conminó a las ramas del poder a independizarse del Establecimiento, para someterse a su Régimen. Además de ceder a las provocaciones de otro maligno fiscal -que entre el diablo escoja-, los fundamentos de su gobierno son la imposición, la improvisación y la incomunicación.

A la fecha, Él y su esposa acumulan más millas que Duque y su combo. Permanece desconectado, en modo avión, y el cargo se mantiene ausente, aislado de los ciudadanos, su equipo y las sobras de la coalición, por incompetencia y propia elección.

Reprimida, su personalidad reaccionó excediendo facetas desobligantes (incumplido), incoherentes (reformas retardatarias), hipócritas (no «usa» indumentaria «Made in Las Nadie»), vengativas (un estadista nunca rogaría otra «Toma del Palacio»), y descontextualizadas (su Paz Total ignora la realidad de la capital, donde roban a la brava, las bravuconadas en las universidades públicas y las barras bravas de su bancada).

Para convertirse en presidente hizo Pacto con el Diablo, invocando gamonales (v.g. Gaviria’s); la Toro se coló en esa faena, aunque siempre amenazó con hacer giro en U, y los demás eran más conservadores de nóminas o giros burocráticos. Además, los escándalos de sus círculos de consanguinidad, asesoría y patrocinio oscilan entre lo trepador y lo traqueto, imitando a los expresidentes que se mantienen vivos jugando al secuestro, la extorsión y el vampirismo estatal.

El poder corrompe. Ya habló de reelección, cuando instruyó a sus inestables ministros que trabajarían como esclavos, o advirtió que “si mañana hubiera elecciones presidenciales y pudiera [presentarse], volvería a ganar”.

Adicto a una red monopolista y antidemocrática sólo publica posverdad, y su libertad de opinión libra batalla contra la de prensa. Entretanto, una reconocida multinacional del sector editorial censura cierta denuncia contra la oligarquía caribeña, y otros medios siguen dedicados a favorecer a los de siempre, emitiendo cortinas de humo.

Cada cuatrienio el Congreso es peor, igual que las altas cortes, los entes de control, las superintendencias, la fuerza pública y el Banrep, demostrando que la corrupción, la incompetencia y la disfuncionalidad son absolutistas.

Hasta los guerrilleros desmienten a Petro, quien está extraviado, en una dantesca selva oscura, invocando ayudas paranormales.

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