Década «Perdida» (Proust, 1925), no existe cura para la economía; la depresión fue otro síntoma tratado con recetas anacrónicas, que no reflejan los pregonados progresos. Agotados los rendimientos decrecientes de nuestros recursos, limitados e insuficientes, nos sentimos abandonados, y con miedo a asumir compromisos; muchos están donde les tocó, cuesta asumir riesgos, y las oportunidades (y relaciones) huyen cuando la escasez arriba.
El arribismo sacó lo peor de muchos; pretendiendo hacer justicia por mano propia, sin querer queriendo, adoptaron estratagemas: manipulaciones, falacias, perfidia y corrupción.
La conveniencia y confusión también influyen. Algunos aprendieron a «pare-ser» y otros tuvieron que hacer algo diferente a lo soñado: eligieron carreras o trayectorias que no resultaron ser satisfactorias, procuraron impresionar a personas que creían dignas de admiración o predilección (en plena crisis), y trabajaron hasta el “desgaste” por obtener logros o reconocimientos que enmarcaban su burbuja y la visión del éxito en su entorno.
Dependiendo de estímulos innecesarios o desenfocados, el estancamiento se convirtió en norma y paradoja, pues es fácil dejarse llevar por la corriente, viviendo anclados a los estereotipos con los que nos juzgan, encajando parámetros con los que medimos de manera imprecisa e inexacta nuestra existencia (Paradoja de Easterlin).
Con tantas restricciones y condicionamientos, toma tiempo “caer en la cuenta” y levantarse; «reconocer» que tales apuestas fueron deficitarias porque deshonraron sus valores, cambiaron sus motivaciones o sus necesidades perdieron equilibrio.
Cuestión de honor, mantengamos alguna esperanza con la que podamos sentirnos en «recreo», ilusionados o disfrutando, sin culpa, cinismo y sadismo. No renunciemos a eso, y no temamos «crear» alguna, para reinventarnos o volver a empezar; confiemos en que podemos «creer» una y otra vez en nosotros, mientras redescubrimos quiénes éramos o anhelamos ser (The Kid, 2000).
Pigmalión creó una escultura para contemplar sus sueños, y su amor posibilitó que ese objeto inanimado cobrara vida. Claro, seamos realistas con las expectativas que depositamos en nosotros, e invertimos en los demás, pues pueden resultar absurdas o imponer metas inalcanzables.
Además, tendemos a atribuir de manera errada la intensidad y duración de los estímulos que perseguimos, y la retroalimentación, a posteriori, puede ser disonante (Immune Neglect. Harvard, 1998); en cualquier caso, la bancarrota moral, motivacional y vocacional, y la consecuente prostitución afectiva y ocupacional, no pueden continuar gobernando nuestras vidas (Work Without Hope, Coleridge).
Dejemos de condicionar la felicidad en nuestras oraciones (Llama de Amor Viva, San Juan de la Cruz). Libere deudas («sin-pasivo») expresando gratitud; sea «com-paz-ivo», y acompañe a su entorno (Abide with Me / Eventide. Lyte/Monk). Regalarse ese Presente (“Sólo hay dos días en los que no puede…”, Dalai Lama), será su mayor «Ganancia».
Escriba una carta a ese ser querido que desea «reconocer» o con quien necesita reconciliarse; siembre un árbol (Las Metamorfosis de Piktor, Hesse), y sonría durante este Día de la Amistad (UN, 30/07/2011).