El propósito del Olimpismo era fomentar el “buen ejemplo”, y su valor central, la «Excelencia», invitaba a “dar lo mejor de sí” (olimpismo.org). Sin embargo, la “alegría del esfuerzo” y la “alegría de participar”, fueron desplazadas por la tiranía del mérito.
Incluso muchos de los mejores han apelado al sacrificio (burnout) o la competencia desleal, pues los incentivos vinculados al triunfo son tan abusivos como los castigos a la derrota. Respecto a sus principios, no está expresa la «No discriminación» de manera positiva, y las *justas* tampoco promueven el *bien común*. La divergencia semántica tras esos eufemismos había saboteado al estado de bienestar, y la responsabilidad social empresarial. Considere el incoherente paradigma DE&I, en el que la *Inclusión* acaso promete *Igualdad* de oportunidades, ex ante; pero, sin garantías de *Equidad* tras la competencia, el arquetipo éxito para quien tiene éxito acrecienta o perpetúa brechas.
Implícitamente sesgados, los juegos perdieron el espíritu amateur. Así, 1. La valoración del triunfo es asimétrica; 2. Mientras la mayoría de las disciplinas fuerzan los desempates, algunas entregan dos bronces; este año, además, salto alto compartió dos oros, excluyendo a un bielorruso que logró igualar el registro de los ganadores: absurdo, penalizaron sus intentos fallidos; 3. Los jueces también deslegitiman el resultado, cometiendo errores de percepción-interpretación, o defraudando por el favoritismo (Yuberjen Martínez es testigo).
Injusticias burocráticas, 1. Impune, el Comité Olímpico Ruso participó, pese a su dopaje estatal; 2. La apariencia influye en las calificaciones de varias competencias femeninas; deben sonreír y usar prendas que expongan sus cuerpos; 3. Seleccionados corruptibles, la liga árabe compra deportistas; la estadounidense Melissa González representó a Colombia, país que tampoco formó su talento; ignorando el ranking individual, relegaron a Diego Arboleda para incluir al francés Vincent Pelluard, esposo de Mariana Pajón; y los progresistas neozelandeses excluyeron a una joven para incorporar a su levantadora más veterana, la transgénero Laurel Hubbard (quien provenía de la halterofilia masculina).
Aunque promulgan desarrollo sustentable, los JJ.OO. preservan los desequilibrios. Verbigracia, 1. Villa Olímpica parece sinónimo de ‘Granja Animal’ (Orwell), pues pocos países pueden ser anfitriones, y las sedes ostentan pérdidas billonarias; 2. No entregan medallas a los *equipos* de los deportistas ganadores; y 3. Tantas incoherencias entre sus valores, objetivos, reglas o excepciones, son tan difíciles de explicar y entender como la disonancia de nuestra Constitución y Ley (Tributaria, p.ej.).
Como reflexión sobre el triunfo y la derrota, el fundador de la psicología describió la paradoja emocional que experimenta quien obtiene el segundo lugar (’Principles of Psychology’, James). Investigaciones más recientes demostraron que quienes salvan medalla, ocupando el tercer lugar, registran más satisfacción que los que ganan «plata» (’When less is more: counterfactual thinking and satisfaction among Olympic medalists’, 1995; ‘Spontaneous expressions of medal winners’, 2006). Imagine cómo se siente lograr el cuarto lugar. Aquel que en los Juegos de la pandemia tampoco recibió alguna medalla fabricada con basura electrónica.