La economía intentaba mantenerse a flote entre la incertidumbre, tras el tsunami de la gran recesión. Salada, aunque no fue devastadora, la pandemia alteró la refracción de la oferta y expuso la demanda a otra prueba ácida. Ahora, los choques de expansión y compresión liberan burbujas, cuya ligereza rebasará al planeta.
Respecto al petróleo, la oferta no reacciona al ritmo de la demanda. Paradójicamente, los sustitutos requieren combustibles fósiles en su cadena de valor, y, aunque en 2008 el recalentamiento de los precios del crudo justificó inversiones alternativas, también inhibieron el afianzamiento del impulso requerido para superar los récords de utilidades del oro negro y las garantías que ostenta la manipuladora Opep+.
Además de la gravedad del fracking, el confinamiento hizo caer la referencia WTI hasta inéditas cotizaciones negativas, desincentivando la producción. La Agencia Internacional de Energía pronosticó que el mercado tardaría en equilibrarse, y después agregó que no era necesario continuar invirtiendo en exploración, para honrar los Acuerdos de París. JPMorgan advirtió un súper ciclo, desde 2022, y REN21 cuestionó que los paquetes de recuperación hayan destinado seis veces más recursos a la carbonización que a las energías limpias (Renewables 2021: Global Status Report).
Transando otro bien esencial, el mercado inmobiliario también es inflexible y abusivo. Los prohibitivos precios continuaron su escalada tras 2008, según ilustra el Global Real House Price Index (IMF, 2021); ante la persistente estanflación, se reforzaron la concentración de la propiedad y la pérdida de capacidad adquisitiva, pues los arrendamientos absorbieron 35% de los ingresos en la Ocde, siendo el peor escenario colombiano (73%).
Activadas las alertas, porque los indicadores parecen detonar otra crisis hipotecaria (World’s Bubbliest Housing Markets Flash 2008 Style Warnings, 2021), la Ocde se limita a declarar que la regulación “desalentaría la inversión”, y alteraría la “eficiencia” del mercado (Brick by brick. Building better housing policies, 2021). Conclusiones irracionales para un club de presuntas mejores prácticas, que sistemáticamente dejan en evidencia la corrupción de sus principios, creencias, objetivos, modelos, métricas y metas.
Además de incrementar la inversión pública, es necesario regular los precios y penalizar la concentración de la propiedad. Eso es hacer lo correcto, pero la tendencia estatal es seguirle la corriente al sector financiero, en cuyas profundidades también desembocan los bancos centrales. En consecuencia, la mayoría de los ciudadanos está condenada al naufragio, embarcada en una socialdemocracia que se hunde en el capitalismo.
Pandexit, tras el impuesto global, el FMI reactivó el dilema entre impuestos y regulación de precios, para el caso de las *emisiones* contaminantes. También propondría condonar y liquidar deuda, además de *emitir* y redistribuir fondos de reserva, para resucitar la inversión social en los países más vulnerables (Covid-19 and the Looming Debt Crisis, 2021). Colombia no es una economía emergente, y, aunque se vista de Ocde, pobre se queda. Dejemos el arribismo efervescente, aterricemos y arrastremos todo tipo de ayudas. Verbigracia, tal como el FMI, el Banco de la República también hacer un esfuerzo social, más allá de la inflación.