Colombia minera: entre la urgencia y la visión estratégica
La reflexión sobre la Colombia minera plantea una hoja de ruta crítica para el sector, donde convergen desafíos geopolíticos, tecnológicos y sociales. Este análisis traza un diagnóstico implacable y propone soluciones concretas para transformar la alta probabilidad de encontrar recursos en nuestro subsuelo en convergencia en desarrollo sostenible. Cimientos geológicos y alianzas estratégicas. Reindustrialización como ese eslabón perdido. Oportunidad dorada en la formalización. Soberanía alimentaria y mineral. Antídoto contra la ideología, entre otros, son elementos imprescindibles y prioritarios para tener esa visión urgente y estratégica.
El primer eje exige superar la retórica del “potencial minero” mediante alianzas con servicios geológicos de potencias como China, Estados Unidos o Reino Unido. Colombia requiere un modelo robusto de exploración que cuantifique reservas reales, no hipotéticas (pasar de hablar de recursos a reservas minerales). Esta base científica permitiría transitar de la especulación a proyectos concretos, atrayendo inversión responsable y evitando la dependencia de importaciones de insumos estratégicos como fertilizantes.
Al mismo tiempo, la paradoja de la transición energética colombiana resulta alarmante: importamos baterías y paneles fabricados con minerales latinoamericanos procesados en el extranjero. Se evidencia la desconexión entre nuestra riqueza mineral y la capacidad industrial. La Colombia minera exige políticas que fomenten plantas procesadoras locales, convirtiendo el litio, cobre y tierras raras en productos terminados. Solo así la transición energética generará empleo y valor agregado, no solo extracción.
Con precios internacionales del oro en niveles históricos, Colombia desperdicia una ventana crítica. La propuesta es clara: articular mineros artesanales, empresas medianas y grandes operadores en mesas de trabajo con el gobierno. El objetivo es diseñar rutas de formalización ágiles que combatan la ilegalidad e informalidad sin asfixiar la pequeña minería, garantizando trazabilidad y estándares ambientales que permitan un modelo gana-gana para todas las partes involucradas.
Adicionalmente, la inexistencia de proyectos para sustituir importaciones de fertilizantes. Ante la volatilidad de mercados como Rusia y Ucrania, identificar yacimientos de fosfatos o potasio se vuelve cuestión de seguridad nacional. La minería bien gestionada podría blindar la producción agrícola y reducir la vulnerabilidad alimentaria, lo que nos llevaría a tener una soberanía alimentaria y mineral de características estrechamente vinculadas y estratégicas.
El análisis concluye con una advertencia: los avances requieren superar activismos ideológicos que satanizan la minería por principio. El llamado es a priorizar los intereses nacionales a largo plazo sobre las batallas coyunturales. Esto implica diálogos regionales con comunidades, estudios de impacto rigurosos y distribución equitativa de beneficios, donde la minería se integre a cadenas productivas locales.
La Colombia minera, no es solo una metáfora logística: es el tramo decisivo donde Colombia debe elegir entre el extractivismo del siglo XX o un modelo donde minerales y desarrollo sean sinónimos. Esto exige menos consignas y más ingeniería institucional, menos ideología y más pragmatismo con visión de Estado.