Ayer fue una nueva jornada de paro nacional. Las demandas a este Gobierno y la forma en el que se le ha puesto sobre las cuerdas no son del todo justas. Debemos partir de dos hechos ciertos: en su mayoría los reclamos propuestos por los marchantes son problemas que acompañan a Colombia desde hace muchos años -no son solo de Santos o de Duque- y estos reclamos no se solucionan en un abrir y cerrar de ojos.
En otra columna escribí sobre la desconexión que a nivel mundial están teniendo los líderes políticos y cómo el fenómeno mundial de descontento con el sistema debe hacernos repensarnos de cara a afrontar los retos que como sociedad se nos están presentando. Pero la situación actual en el mundo y en Colombia no es culpa exclusiva de quienes históricamente nos han gobernado.
En alguna otra columna de este mismo año escribí que en Colombia queremos ser como Japón pero no actuar como los japoneses. Llevamos semanas de protestas, algunas sin norte pero con odio, otras con mayor sentido pero opacadas por quienes han decidido hacer de la anarquía su sello reclamando de un puñado de personas (el presidente y su gabinete) el cambio que deberíamos generar desde nuestro propio actuar.
Esta columna se titula “agentes de cambio” porque soy un convencido de que desde nuestra esfera íntima tenemos la capacidad de generar cambios lo suficientemente impactantes que puedan romper paradigmas, como que en Colombia no se pueden cumplir los sueños o que somos el segundo país más desigual del mundo. En esa medida creo que debemos empezar a buscar en nuestra individualidad cómo podemos contribuir para que la desigualdad, que sin duda se vive en nuestro país, la reduzcamos poco a poco al punto de que logremos el equilibrio necesario.
Si bien no soy de los que apoya el “yo no marcho, yo produzco”, sí hago un llamado a los manifestantes a que sean pragmáticos y pensemos que el país necesita avanzar y no cerrarse a una sola verdad. La mesa del comité del paro se encuentra conformada por representantes de diferentes sectores, lo que nos debe llevar a pensar cómo vamos a definir la agenda prioritaria. ¿Cuál de todos los reclamos es el primero en atender? Todo es importante, pero hay que ser claros: los derechos tienen un impacto económico directo, no existe política pública que no se presente al final en un costo para los gobiernos. Es por esa sencilla razón presupuestal que debemos ser mesurados en nuestras peticiones; y el gobierno, en sus concesiones.
Como todos o por lo menos casi todos estamos sintonizados en el mismo canal sobre la justicia de muchos de los reclamos, quienes tenemos ese estado de conciencia colectiva somos los mismos que, como consecuencia lógica y en coherencia con nuestra posición, estaremos en disposición de contribuir con nuestros impuestos, no solo pagando sino seguramente tributando más y a tiempo para que se mejoren las condiciones de salud, educación, infraestructura, etc., es decir, se cumpla con la agenda de reclamos.
Si no tenemos ese nivel de compromiso o su disculpa es al mejor estilo de ‘Epa Colombia’ “¿para qué pago impuestos si se los van a robar?”, bájese del bus del apoyo a los manifestantes y más bien póngase en la orilla del indiferente, pues ser gasolina en las manifestaciones, pero no ser capaz de actuar como bombero para darle solución a un incendio es lo que nos tiene condenados como sociedad a pasar de reclamo en reclamo, pero no de cambio en cambio.