La esperanza de que con 2023 se acabaran los palos de ciegos en la dirección del país me duró muy poco, y es que no se trata de que las personas no tengan margen de error o de aplicar el dicho de “al caído caerle”, sino por el contrario de hacer una reflexión de que más allá de lo que se ha dicho por la hasta ahora pérdida de la sede de los Juegos Panamericanos y con ella la inversión que ya se estaba haciendo, es que pareciera que Gustavo Petro estuviera gobernando con sus opositores y no con su equipo de confianza.
Por su puesto que las virtudes de un buen líder son muchas, entre ellas, la de saber conformar equipos que sean lo suficientemente autónomos como para funcionar sin que el jefe natural esté haciendo un micro gerenciamiento de cada una de las tareas. Esa característica especial de la confianza en el equipo parece que no le está dando los resultados al Gobierno colombiano y con esto volvemos a ser noticia regional por cuenta de no cumplir con los compromisos adquiridos.
Colombia es una marca, no olvidemos que cada país construye reputación de marca para atraer inversiones, turismo, oportunidades de desarrollar proyectos y otros valores que hacen que el país no llegue a entrar en una desaceleración de la economía al punto que vivamos en una recesión económica. En este momento la marca país con lo que ha pasado en 2023, y ahora con el inicio de año, no invita a creer en el liderazgo y seriedad de un país.
Y esto no se trata de Gustavo Petro, más allá de su rol como presidente, la responsabilidad estaba delegada (y por ello no quiere decir que no deba asumir el costo político). Esta delegación de la responsabilidad de cumplir con los compromisos internacionales no debe dejarse pasar por alto, pues si Colombia se administrara como una empresa, la ministra del Deporte al menos hubiera presentado su renuncia y aceptado la responsabilidad. Y ahí es donde está el punto de esta columna.
Como humanos es natural que nos cueste aceptar la responsabilidad y hacernos cargo de nuestros errores, casi que es innato a la idea de ser humano. Eso no justifica que ante la gravedad de los hechos no sea sensato por lo menos quitarle presión al presidente y renunciar. Eso hace un verdadero ministro que sabe que es parte de una suerte de guardia pretoriana que en dado caso tiene la disposición de inmolarse por un bien mayor. Eso es la consecuencia de la elección de personas que no tienen en su ADN la mística de lo público.
Pero ahí es donde debe surgir el dote de liderazgo que no veo hasta el momento en el presidente Petro, pues un buen líder hace suyas las derrotas, las asume y pone el pecho a la tormenta. Desde que se anunció el salario mínimo el Presidente decidió tener agenda privada -algo que puede hacer- aunque es un lujo muy alto en momentos en donde se está entrando el agua de la tormenta que se está formando afuera de la Casa de Nariño.
Esta primera columna del año es un llamado al Presidente a tomar las riendas de liderazgo, a que se haga cargo de las equivocaciones de su equipo de gobierno y tome las decisiones pensadas en el cumplimiento del mandato constitucional y el beneficio de todo un país. Como lo dije, un buen líder sabe aceptar las derrotas y tomar las decisiones difíciles en momentos en los que una crisis puede ser tomada de dos maneras: esconderse bajo la tierra para ver si algún día pasa el ruido o aprovechar las crisis que permiten tomar decisiones que en estados de normalidad no se podrían ejecutar. Señor Presidente, ¿usted cuál va a elegir?