Recientemente en otro medio de comunicación, el escritor colombiano, Mario Mendoza dio una entrevista en la que analiza lo que ha sido este tiempo de gobierno de Gustavo Petro. Con contundencia hace una referencia y descripción con la que estoy completamente de acuerdo con Mendoza: “Que la inteligencia tiene un riesgo, y es que hay un momento en que el inteligente se enamora de sí mismo y entra en el mito de Narciso. Entonces la persona se mira en el agua como en el mito y dice: “Yo tan brillante; fui el único que sobrevivió del M-19 y además llegué al poder, y eso demuestra que soy un enviado”. Entonces el Narciso se convierte en Mesías, y del mesianismo hay un paso mínimo a la tiranía. La inteligencia de Petro es incuestionable, pero su peor enemigo es él mismo.”
La persona que se vuelve narcisista tiene la acostumbrada tendencia de creer tener la verdad absoluta, no oye otras versiones y se convence a sí mismo de que su causa -a pesar de que es irracional- tiene justificación. El narcisista se rodea de comités de aplausos que justifican sus incoherencias y se encierra en un mundo que solo esa persona ve.
Si nos devolvemos en el tiempo desde que Gustavo Petro es presidente, podemos ver como sus actuaciones son más que confirmatorias de que el narcisismo se apoderó de él y de su forma de gobierno, algo que era previsible por su paso a la alcaldía, basta tan solo recordar aquella famosa carta en la que Daniel García-Peña uno de los grandes amigos del hoy presidente que pronostica lo que hoy vive todo el país.
García-Peña en su carta de renuncia le dice a su amigo en el 2012 lo siguiente: “Un déspota de izquierda, por ser de izquierda, no deja de ser déspota. La democracia no es sólo un ideal sino que implica prácticas de respeto y solidaridad, especialmente cuando se trata del uso del poder al servicio de la transformación social. La repetida impuntualidad no es nada distinto a un profundo irrespeto por los demás. La política del amor no es sólo una bella frase, sino un profundo replanteamiento de la política.”
La forma en la que decidió la salida de Alejandro Gaviria como ministro de educación por no estar de acuerdo con la reforma a la salud, la salida del José Antonio Ocampo, Cecilia López y nombrar personas que lo siguen sin cuestionar, reafirman el rótulo de narciso de Petro. Otro hecho que confirma esta tendencia, es el absurdo rechazo a la manifestación ciudadana que catalogó de “clase media arribista” por levantar su voz para mostrar la desaprobación a la gestión de su gobierno. No olvide señor Presidente que usted gobierna para todo el país.
Otra muestra del narciso presidente, es la declaratoria de emergencia en La Guajira que le otorga a él facultades regulatorias. Vale la pena preguntarse una obviedad: ¿acaso los estados excepcionales no son por situaciones excepcionales?. Lo que pasa en La Guajira debe ser atendido con urgencia, pero está lejos de ser excepcional y mucho más cerca de ser endémica. Los fenómenos de La Niña y El Niño son recurrentes en el país. Claro, históricamente ha sido una región sin presencia del Estado, como muchas, pero eso no la convierte en excepcional. Tendrá la Corte Constitucional la última palabra de algo que tiene todos los tintes de inconstitucional. Por último qué decir de la falta de autocrítica al no asumir la responsabilidad política de los escándalos de corrupción que cada vez están más cerca. Todo indica que, contrario al dicho popular, en este caso desgobierno sí hay.