Analistas 30/01/2020

Primero Bogotá

Guillermo Cáez Gómez
Abogado y consultor en riesgos

Desde hace 30 días Bogotá tiene un nuevo gobierno, un aire diferente y un mensaje generalizado de que la ciudad quería un cambio de rumbo desde lo político. A mi juicio es injusta la ciudadanía en reconocer el avance que ha tenido la ciudad en la administración pasada, pero eso es harina de otro costal y ya es un pasado que nos da un buen horizonte para construir sobre lo bueno que se hizo y mejorar lo que hay por hacer.

Los problemas de Bogotá como ciudad son evidentes, palpables y casi imposibles de desconocer. Estos problemas de ciudad se pueden mejorar y el algunos casos eliminar desde una gerencia sin populismos con claras metas administrativas, en ese cambio también debemos contribuir los ciudadanos modelando nuestros patrones nocivos de conducta que permitan hacer mucho más fácil el trabajo de las autoridades. Cosas tan sencillas como no parquear en sitios prohibidos, no usar el carro en pico y placa, no arrojar basuras a las calles hacen que el ejercicio público se concentre no en educar, sino en atender otro tipo de necesidades de la ciudad.

Pero hay uno que solo quienes tenemos la responsabilidad de poder elegir a nuestros gobernantes podemos solucionar: la extrema mezquindad de quienes perdieron el poder y a costa de cualquier tipo de mentiras, engaños, artilugios y tretas quieren volver a gobernar para seguir consumiendo el presupuesto del distrito y así alimentar su modelo inviable de ciudad. Sin mencionarlo estimados lectores sabrán que me refiero a la tóxica figura que representa Gustavo Petro para Bogotá.

Mientras fue alcalde de la ciudad se dedicó a salir al balcón a dar discursos de clases, de odios y adoctrinamiento que permitió alimentar la idea de generar terrorismo urbano a costa de acabar con la ciudad y la administración sin importar nada más que desestabilizar el mandatario anterior, hechos que repite con Claudia López.

Hoy la Bogotá humana promueve unas críticas a todos los proyectos que pretende implementar esta nueva administración sin el mayor rigor técnico y sin si quiera permitir el debate y el respeto a su contradictor, Gustavo Petro en su periodo en la alcaldía no hizo nada por la ciudad teniendo los instrumentos administrativos para ejecutar y ahora que no está al frente de la ciudad pretenden él y su lazarillo Hollman Morris, darnos clases de diseño y gerencia de proyectos cuando su mayor obra -el deprimido de la 94- demostró ser un absoluto fracaso al que tuvo que llegar Enrique Peñalosa a sacar adelante.

Ese problema que significa tener a Petro en la oposición, y no por la figura propia de la democracia, sino por que su verdadero objetivo ha sido volver al poder. Es la razón a su oposición sin tregua frente a Claudia López y su administración. Permitimos como ciudadanos darle protagonismo al senador Petro y de esa misma manera es nuestro deber quitárselo pues su influencia no es más que gasolina para el fuego de una lucha de clases que se quiere conformar en la que pierde la ciudad, el país y el único beneficiado será él, quien es el determinador de la generación del caos.

Si bien Claudia López no fue la candidata que hubiera querido que dirigiera la ciudad, sin lugar a dudas mi mayor interés es el colectivo y bajo esa premisa deseo que su administración sea destacada y logre sacar adelante los retos que tiene la ciudad. Desde esta columna estaremos siempre listos para apoyar sus logros, hacer crítica de cara a la construcción y para respaldarla en su mandato para que esa incómoda e interesada oposición no genere el daño que pretende.

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Claudia López - Enrique Peñalosa - Gustavo Petro - Alcaldía de Bogotá