Hace unos días tuve la oportunidad de ver un video difundido en las redes sociales del expresidente Andrés Pastrana en el que afirma que, según su análisis, no es justo que el sistema financiero tenga una utilidad del cien por ciento en el desarrollo de su actividad.
El expresidente Pastrana trae varios temas sobre los que vale la pena reflexionar. Su argumento de deuda histórica no tiene mucho sustento, pues en su mismo video se contradice: no podrá afirmarse que en su Gobierno se generó el salvavidas del sistema financiero para no vivir el “corralito” argentino y a la vez decir que el sistema financiero está en deuda con el país. ¿Qué hubiera pasado si hubiéramos vivido situación similar a la argentina? Desde luego que no se podrá negar que las ayudas de ese gobierno ayudaron a solventar de alguna manera la crisis, pero no es una deuda: era un deber para no sufrir una caída en picada.
Por otro lado, catalogar la utilidad operacional de un negocio como injusta no solo es populista, sino desconocedor de la realidad sustancial. Coincido con muchos en que se hace necesaria la actualización del sistema, en la medida en que debemos buscar la modificación de ciertas reglas para que, en general, existan mayor acceso al sistema financiero, tasas competitivas y democratización del crédito. Se aplaude la entrada de nuevos bancos con ideas digitales, pero no nos damos cuenta de que es más de lo mismo.
No hay que buscar la intervención para que se castigue la eficiencia operacional, ¿o queremos crecer o incentivar la mediocridad empresarial? No es necesario ese argumento para sustentar el cambio en del sistema. El solo hecho de que el modelo de riesgo bancario sea horizontal (se analiza igual al que tiene y al que no) y no se fijen criterios diferenciales que permitan mayor acceso de crédito que impulse el crecimiento empresarial ya es lo suficiente fuerte como para caer en eso. Lo mismo pasa con las tarifas bancarias en los portafolios o las cuentas, pero no necesitamos castigar al sistema por tener, sino incentivarlo a que les apueste al país y su tejido empresarial.
Es necesario romper el círculo vicioso, pues estamos en un momento de crisis y de polarización tan grave que pretender esperar a que la bomba explote nos va a costar muy caro. Así que, como dice el título de esta columna, estamos en un punto de inflexión en el que, si seguimos tirando de un lado y de otro, lo único que se va a romper es el país y los ciudadanos habremos sido los idiotas útiles que hicimos palanca. ¿Es necesario intervenir? En principio no me gusta pensar en un Estado que quiere controlar todo; creo profundamente en que podemos generar un acuerdo para el cambio desde afuera sin depender de mover todo el aparato estatal. Es necesario que seamos agentes de cambio y buenos lectores de la realidad del país, pero vamos perdiendo el año.
Históricamente no hemos logrado avanzar como sociedad por la sencilla razón de que nuestra política de Estado es a corto plazo. La ausencia del liderazgo suficiente para poder concentrar en un solo lugar ideas a fin de encontrar puntos comunes y, así, rutas que nos lleven a avanzar es el común denominador, pero lo que hoy ocupa nuestra realidad política es definir si el centro existe o no. Seguimos siendo la misma patria boba, solo que ahora lo hacemos en digital.
Es hora de despertar, querido lector, de pensar en colectivo y dejar que sean los intereses del país y no los personales los que manejen la agenda. Es hora de buscar en usted: quizás el problema no es quienes gobiernan, sino quienes los elegimos.