Candidatos y café, importancia relativa
El café no aparece en los programas de los candidatos presidenciales, aunque había sido un tema fundamental de los planteamientos de campañas.
Esto demuestra la pérdida de importancia relativa como actividad económica, como parte de la política social, como puntal del desarrollo rural y como tema primordial de la política internacional y comercial.
Uno puede conjeturar que la migración lleva a los candidatos a ocuparse principalmente de los temas urbanos, pero también, a que su preparación en los aspectos económicos fundamentales es muy poca.
Sin embargo, a pesar de la importancia del banano, las flores, la caña de azúcar, la palma africana, el aguacate y los cítricos-, el café aporta el mayor contenido social, por la excelente distribución de la propiedad, y por estar presente en más de 600 municipios, realmente el tejido social del campo.
Gutiérrez tan solo lo menciona como uno de los productos a ayudar con la volatilidad de precios, cuando el Fondo Nacional del Café se creó en 1940 con ese propósito y el actual gobierno promovió una ley, creando un nuevo fondo de estabilización de precios.
Petro no menciona el café, pero propone genéricamente asociar los agricultores y ser actores en cadenas de valor. Debería conocer que el gremio tiene 450.000 cedulados y 95 años de existencia. Además, en cadenas de valor ha dado lecciones de acopio, comercialización internacional, industrialización, con Buencafé desde hace más de 50 años, y Procafecol, la cadena de tiendas Juan Valdez que cuenta con más de 17.000 cafeteros como socios, creada en la gerencia de Gabriel Silva, hace 20 años.
Fajardo toca temas transversales como las vías terciarias y, buscar solución al costo de fertilizantes. Las vías sí representan una verdadera solución que ayuda a los cafeteros de las regiones más apartadas, para no ser castigados en el precio.
Todos hacen populismo proponiendo fabricación de fertilizantes, desconociendo que los componentes básicos como nitrógeno, fósforo y potasio no se producen en Colombia y, pretender fabricarlos es condenar al agricultor a un producto nacional más caro, por cuanto la industria no obtendría las economías de escala, que son las que nos permiten fertilizantes a precio internacional, pero además el problema es coyuntural.
Coinciden los tres candidatos en su trato descomedido con los intermediarios, desconociendo que el comercio es el que le da salida a los productos del campo, llevándolo a las plazas y supermercados, clasificándolos y encontrándole clientes a todas las calidades, agregando cantidades, y ejecutando la labor que muy pocos agricultores estarían en capacidad de realizar. Uno queda sin saber si es populismo, para complacer a la galería, y a la Iglesia católica que tanto los aborrece.
Sí se deberían ocupar los candidatos de dividir el discurso entre campesinos y trabajadores del campo, que tienen problemas diferentes. Los primeros tienen problemas de crédito, de garantías, de titulación de tierras, de vivienda, de asistencia técnica, etc, y el trabajador depende de que el estado obligue a los patronos a cumplir el código laboral.
Aclaro que la columna pasada me refería solo a las cooperativas cafeteras, y para nada a todas las exitosas que existen en Colombia.